El oratorio Mesías de Handel se presenta cada temporada navideña en diversas partes del mundo. Compuesto originalmente en 1741, este oratorio inglés está casi completamente basado en textos de la Biblia del Rey Jacobo. Su popularidad se mantiene intacta, siendo interpretado en iglesias, centros comunitarios y grandes salas de conciertos, donde se realizan cantos grupales. Las arias del Mesías son etéreas y su coro Aleluya es magnífico. El mensaje del oratorio, que trata sobre la resurrección, es edificante y transformador, lo que resulta irónico dado que fue financiado por el comercio transatlántico de esclavos. El escritor Charles King revela esta conexión en su libro Every Valley: The Desperate Lives and Troubled Times That Made Handel’s Messiah.
King señala: “Adéntrate en las palabras del Mesías, no es difícil encontrar una especie de mensaje en botella”. Este oratorio se presenta como una reflexión sobre preguntas importantes de la vida humana, escrita en un momento bélico, donde la gente sentía la urgencia de encontrar respuestas. En la Inglaterra de mediados del siglo XVIII, había tensiones religiosas, pobreza, guerra y enfermedades, aunque eventualmente se conoció como la Era de la Ilustración.
George Frideric Handel (1685-1759), un compositor ambicioso, dejó Alemania para trasladarse a Italia cuando era joven. Allí, según King, aprendió que “una cantata requería instrumentos y voces… Una ópera contaba una historia a través de la canción. Una sonata se construía alrededor de un tema desarrollado por el instrumentista. Un concierto abordaba múltiples temas… compartidos entre cohortes de músicos”. Posteriormente, Handel se trasladó a Inglaterra, donde importó el oratorio, o drama sagrado italiano, que ofrecía toda la maravilla musical sin los costos asociados a vestimentas y escenarios, lo que hacía que tales producciones fueran costosas. A Handel le importaba la música, dejando a otros, incluido el libretista Jennens, la tarea de crear el contenido lírico.
Los contemporáneos literarios de Jennens incluían a figuras como Isaac Newton, Daniel Defoe, Alexander Pope, Mary Wollstonecraft y Jonathan Swift, quienes formaban parte del trasfondo cultural de la época. King menciona que “la conocía también tendía a conocer a Handel”, y que ambos hombres eran a menudo descritos como versiones de la misma personalidad: ingeniosos, excesivos, sarcásticos y talentosos en hacer que lo ordinario pareciera extraño y nuevo.
El viaje de Gulliver había convertido a Swift en un notable crítico social que creía que la verdadera iluminación “venía al reconocer la rotura de uno mismo con el mundo… el primer paso hacia corregir es identificar lo que falta”. Este noble propósito se ve aún más complicado por el hecho de que el comercio de esclavos financiaba ese momento. King explica que “Handel, también, circulaba en un mundo donde el imperio, la esclavitud y el arte eran mutuamente dependientes. Casi un tercio de los inversores de la Real Academia de Música y la Compañía Africana tenían familiares cercanos que eran”. Notables como Newton y John Locke poseían acciones en empresas responsables del transporte de africanos esclavizados, lo que estaba imbricado en la política de la sociedad británica, convirtiendo esta realidad en una “mera normalidad que hacía invisible” la situación.
Un caso notable es el de Ayuba Diallo, un hombre esclavizado que fue secuestrado en su natal Senegambia y transportado a Annapolis, Maryland, en el barco Arabella. Diallo, un musulmán educado que sabía leer y escribir, fue considerado propiedad africana, incluso después de ser trasladado a Londres, donde se convirtió en un traductor indispensable para el médico real. Eventualmente, fue liberado y regresó a su hogar en Senegambia. Dada su estatura como superestrella, apoyó causas que buscaban la liberación de los esclavos.
Handel conocía a los financieros y benefactores de la corte que podían hacer que el dinero fluyera hacia sus proyectos. Su esfuerzo constante por mantenerse relevante implicaba producir nueva música que se ajustara a los gustos populares, mientras reducía la complejidad de los montajes de ópera. En cuanto a Jennens, el libretista que había colaborado en varias producciones, su trabajo “había encontrado solo éxito limitado”, según King. Fue entonces cuando volvió a buscar inspiración en la Biblia. El libreto de Handel tenía personajes de relevancia, y “solo un episodio podría llamarse escena incidente: el anuncio del nacimiento del salvador a un grupo de pastores”. El texto tendría sentido si Handel desatara su talento. En un periodo de 24 días, completó la obra.
El Mesías se estrenó en Dublín con el objetivo de “levantar el ánimo del público ante cosechas fallidas y un frío intenso”, frente a 700 personas justo antes de Pascua de 1742. Al final de la desgarradora aria, en la segunda sección del oratorio, se puede escribir que “era totalmente posible creer que el mayor heroísmo era la simple supervivencia, y que la trascendencia dependía del horror desde dentro. Era una fórmula extraña de esperanza, y las notas finales comenzaban a permitir ver claramente: la forma de vencer a los propios enemigos era conmocionarlos y hacer que atestiguaran la crueldad; obligarlos, como Swift, a enfrentar los peores y más feos yoes”.
La autora es coeditora de We Wear the Mask: 15 True Stories of Passing in America (Beacon Press) y dirige un programa de escritura creativa en la Universidad de Washington.