Volví a San Pancho ya con un mínimo de adaptación de la Combi para vivir. Una cama, un baúl debajo y poco más. Aún faltaba mucho por hacer, pero ya no podía esperar más en esa gran ciudad. Quería empezar pronto a viajar en van.
Mucha de la gente que uno conoce al viajar se relaciona con el alojamiento que se elige. En un camping, abundarán los viajeros de menor presupuesto: mochileros en un viaje largo estirando un monto definido, y aquellos que viven de su arte callejero.
En un hostal, es más probable ver jóvenes en sus veintes que ahorraron y viajan sin privarse de demasiado, sobre todo extranjeros, ansiosos de tener experiencias nuevas, salir de fiesta, y luego cambiar de lugar rápidamente.
- Anterior: El viaje perfecto
Si arriendas un lugar privado y a más largo plazo, como un pequeño departamento por todo el mes, es más probable que tus vecinos ya hayan cumplido 30 años, y hayan pasado la etapa de mochileros, buscando un poco más de estabilidad. La tasa de europeos y angloparlantes aumenta en esta categoría.
Los viajeros de vans
Viajar en van implica quedarse en otro tipo de lugares, y por consiguiente, otra especie de fauna viajera. Con una van correctamente equipada en teoría puedes estacionar y quedarte donde sea, pero como este no era mi caso, tenía que buscar un lugar al menos con acceso a agua. En San Pancho hay una especie de trailer park, que no es más que un terreno baldío junto al campo de fútbol.
En el lugar había tres autos más, y un gran bus azul. El primero era un sedán alargado, con patente estadounidense, en el que viajaban una pareja de argentinos. Horacio, un malabarista de verdad, no como yo en mis tiempos de mendigo disfrazado tras tres pelotitas. Horacio maneja a la perfección cinco clavas, o cinco balones de fútbol, y mezcla también monociclo en sus rutinas. Su talento sin duda recompensa, y en Tijuana había juntado dólares.
Juliana trabajaba por temporada en Estados Unidos, en el trimming, esto es, cosechar y cortar marihuana doce horas al día, siete días a la semana, con lo que podía hacer 7 u 8 mil dólares al mes. Con tres meses de ese trabajo, en México vivía todo el resto del año.
El segundo era una van Ford Econoline, también con patente gringa, y con otra pareja de argentinos. Ambos trabajaban por temporada en el trimming. Estaba por descubrir lo común que era hacer esto, y que muchos se solucionaban la vida así. Trabajar a lo loco un par de años en el norte, y luego volver y comprar terrenos, construir casas, poner negocios.
La tercer van era una Dodge, con un israelí de unos cuarenta años, viajando solo. Finalmente, el bus lo habitaba Philippe, un francés, y su pareja Lucía, una argentina. Philippe fue quien me dio la bienvenida. Según me explicó, estaba de administrador del terreno. Llevaban dos años viviendo en San Pancho. Trabajaba por internet, dando clases de francés, para lo cual había contratado su propia antena satelital.
Me explicó lo del trailer park. Es terreno del pueblo, se cobran 50 pesos por noche, para colaborar. Me mostró por donde se obtenía agua, y la adaptación que pronto estaría lista para la ducha, que había hecho él mismo. Para el baño iban a la Pemex, la bomba de bencina que estaba a unas cinco cuadras, o al restaurant cercano si agarrabas buena onda con quienes lo atendían. Electricidad tampoco había, él se la agenciaba con paneles solares.
En definitiva, un tanto precario, pero bien para empezar.
- Siguiente: El Día de la Marmota