La paradójica relación de Joyce con Dublín que continúa a 90 años de su muerte

Pese a que fue una inspiración fundamental para el autor de “Ulises”, el escritor nunca quiso adquirir la nacionalidad irlandesa tras la independencia de Reino Unido. Sus restos descansan en Zúrich y la pugna por repatriarlos sigue sin resolver.

El presente mes de enero Irlanda recuerda el 90 aniversario de la muerte de James Joyce, uno de los escritores más elogiados por críticos y académicos y quizás uno de los menos leídos en su país. Sus restos descansan, luego de una relación de amor- odio del escritor con Dublín, en una tumba de Zúrich, donde está enterrado junto a su esposa Nora y su hijo Giorgio.

Joyce retrató a la capital irlandesa en clásicos como “Ulises”, “Retrato del artista adolescente”, “Finnegans Wake” o “Dublineses”. Pese a ser su inspiración fundamental, existe actualmente una disputa con las autoridades suizas por el cuerpo del escritor. Varias iniciativas han hecho campaña, en años recientes, para que éstas accedan a devuelvan sus restos a Dublín.

Una que estuvo cerca de conseguir el objetivo fue la iniciativa de dos concejales del municipio de Dublín que, en 2019, plantearon la posibilidad de “repatriar” a Joyce y a Nora a través de canales diplomáticos, alegando que esta respondía a los últimos deseos expresados por el escritor y su esposa, quien falleció diez años después.

Esta moción impulsada por los concejales fue recogida por el académico Fritz Senn, director de la Fundación James Joyce, establecida por él mismo hace más de 30 años.

Senn contrargumentó que, si bien no están claros los últimos deseos en este sentido, el autor nunca quiso adquirir la nacionalidad irlandesa cuando se creó el Estado Libre irlandés en 1922, tras la independencia de Reino Unido. Joyce (1822- 1941) rechazó dos veces la oportunidad de obtener el pasaporte “verde” (color característico de la cultura irlandesa), según afirman sus biógrafos. Murió siendo británico.

El escritor mantuvo una relación compleja con su país, el cual abandonó en 1904 para instalarse en Trieste (Italia), luego París y, finalmente, en Zúrich. La última vez que regresó, momentáneamente, a Irlanda fue en 1912.

Las razones de su emigrar tal vez se encuentren en que no siempre fue profeta en su tierra. La novela “Ulises”, publicada en 1922, comenzó recién a venderse en librerías de Irlanda en la década de los 60. La Iglesia Católica irlandesa, que controlaba a las autoridades, puso trabas al texto por considerarlo “obsceno” y “anti- irlandés”.

Por su parte, Joyce condenaba el pietismo y conservadurismo de la sociedad de Irlanda, así como su nacionalismo ciego. Sin embargo, especialistas en su obra aseguran que Joyce odió y amó Dublín, ciudad con la que mantuvo un compromiso espiritual artístico hasta el final de su vida.


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