La coincidencia entre la primera jornada del Festival de Viña y la ceremonia de los premios Oscar fue providencial, didáctica e ilustrativa.
También sufrida para los cinéfilos de esta faja angosta: las categorías más importantes se cruzaron con el clímax de la rutina de Felipe Avello, quizá lo único sincero de una noche local cargada de discursos de graduación de octavo básico y un intento de programa satélite del Venezuela Aid Live. Después de la cadena nacional de los noticiarios sobre la situación del país caribeño, tenía que haber una mención acerca del tema desde el “festival más grande de Latinoamérica“.
¿Por qué es importante la comparación entre los Oscar y Viña? Sí, está bien, hace rato que entramos a Hollywood y salimos de ahí con dos estatuillas doradas. Pero resulta que a varios nos tocó ver la presentación de los 2/4 de Queen más Adam Lambert y después el homenaje a Lucho Gatica. ¿Cómo hay que reaccionar cuando escuchas una impecable presentación con sonido en directo y a la vez toca aguantar a regañadientes un impresentable playback para homenajear a un ídolo más latino que chileno?
Pero Chile no es especialista en homenajes —sino un exportador de artistas que no son valorados en su tierra— ni tampoco sabe reaccionar ante ellos. A lo mejor algunos se cabrearon tanto que prefirieron debatir sobre los pelos del brazo de Francisca Valenzuela. Porque en éste y otros países, los pelos de una mujer son más importantes que su talento y trayectoria. Volviendo a la gravedad del playback, ¿lo habría permitido Ana Tijoux si hubiera accedido a participar? Por cierto, acertada la entrega de la Gaviota de Platino a Humberto Gatica en nombre de su tío. El ave más importante del festival se creó en 2012 para premiar a Luis Miguel, el más importante coverista de boleros del globo terráqueo. Y para ese entonces Lucho Gatica seguía con vida.
La obertura no fue lo primero que ocurrió, a diferencia de ediciones anteriores. Con los acordes iniciales de “Laisse-moi le temps” (o “Let Me Try Again”, para que no nos perdamos), María Luisa Godoy y Martín Cárcamo ingresaron a la Quinta Vergara como dos papás que van al primer día del primero básico. Nerviosos porque no saben si el niño o la niña se pondrá a llorar cuando ellos los dejen, consternados porque “ya están grandes” y felices porque es un hito importante en sus vidas. Godoy habló de sus hijas y Cárcamo de su natal Viña. Tras la salida del solemne Antonio Vodanovic, el mood de todo animador y animadora tiene que ser la cercanía.
Luego vino el discurso sobre la contingencia del país y un mensaje de aliento para los afectados por el terremoto en el norte y los incendios forestales. Y como Chile es Chile, cuando se habla en serio siempre hay alguien que impone la chacota. En este caso, fue el clásico “el beso, el beso”. Esta solicitud del monstruo es tan tradicional como la concha acústica, recreada en la nueva escenografía de la Quinta Vergara. Claro que el “rubio natural” tuvo la gentileza de preguntar a su compañera si quería recibir el beso, algo que hace harta falta en estos tiempos.
Después de los seis segundos de beso con lengua, como tributo a los 60 años de festival, vino la primera alusión a la “democracia y libertad para Venezuela” por parte de Cárcamo. Más allá de las posturas políticas y la crudeza del complejo panorama político de dicho país, lo cierto es que los animadores hicieron una prolongación de los roles que cumplen en sus respectivos matinales.
En su momento, Álex Hernández hubiera postulado al Oscar por su cinematografía festivalera y ese afán de documentar todo lo que sucede. Por suerte, eso se quedó sólo en el clip inicial y en la llegada de los primeros artistas. Pero cabe preguntarse por qué solamente se ve bien. Los reclamos del monstruo virtual se hicieron sentir mientras perreaban al ritmo de Wisin y Yandel.
Los puertorriqueños cumplieron con aquello que se requiere en el número inaugural del certamen: un repertorio altamente efectivo, suficiente para sacudir al monstruo y espantar el nerviosismo de los animadores debutantes. Como todo reggaetonero que se precie, tiene que haber una cuota de parafernalia: aquellos robots que tiraban humo perfectamente podrían ser los nietos del Hombre Láser. Wisin y Yandel, el mejor binomio del género, recurrió al cancionero que reúne las eras del CD, el MP3 y el streaming. Su exitosa presentación sólo se vio empañada por el sonido y la ausencia de Farruko en “Calma”. Porque no es lo mismo cantar “Vamo’ pa’ la playa” sin Farruko, aunque sí esté Pedro Capó.
Al ritmo de “Sexyback” entró Felipe Avello con la actitud de alguien que se pasea por el living de su casa, en el bar de stand up comedy o en el Patagual. De seguro seguiría siendo Felipe Avello si le tocara alguna vez un show de medio tiempo en el Super Bowl acompañado por los tiburones de Katy Perry. En esos instantes hubo una sincronía de honestidad: mientras en el Dolby Theatre, Lady Gaga y Bradley Cooper cantaban “Shallow” recreando de manera sublime sus papeles en “Nace una estrella”, Avello conquistaba sin demora al monstruo hablando de sus orígenes.
“Lo importante es nunca perder la sencillez”, decía Avello sobre un escenario donde hay de todo, menos sencillez. “Qué bueno que me invitaron ahora, porque antes no me hubiera portado bien”, agregó. En ese momento, quizás debió poner en la pantalla que tenía atrás aquella postal de Rey de Viña en 2007, en donde el Papa salió a colación cuando Canal 13 todavía pertenecía a la Universidad Católica.
Tocó la fibra millennial con alusiones constantes a CNCO (incluida una parodia de invitados especiales), repasó los robos que sufrió y la enfermedad de su padre, volvió a hablar de su separación y contó la historia del “Chapulín retro”. Enalteció a Álvaro Henríquez (a su manera, recordándole el por qué tuvo que ser trasplantado de hígado) y hundió a Tito Fernández y su secta, deslizando una teoría sobre el uso del poncho. El momento épico fue la máquina de nieve sostenida por su asistente Danilo y luego por el mismísimo Augusto Schuster, uno de los objetos de burla de Avello. De alguna forma había que superar el “viva Alberto Plaza” de Fabrizio Copano.
Concluido el huracán Avello, fue el turno de las competencias musicales, que pasaron de ser la columna vertebral del festival a una pieza que recibe el mismo trato que el apéndice, la vesícula y la muela del juicio. La gente que pide que Viña sea como antes aprovecha el tiempo para ir al baño y se pierde dos instantes notables. El panameño Mr. Saik no logra convencer con “Pégate sexy – La chama” y aprovechó de enviar un mensaje a Venezuela. También hubo un condoro técnico con Susan Ochoa, la representante de Perú en la competencia internacional. Es probable que la intérprete tuviera el mismo micrófono que Sergio Lagos usó en la gala acontecida el viernes.
En la competencia folclórica ocurrió algo interesante, digno de una Copa América. Resulta que “Justo ahora” de los argentinos Destino San Javier (una versión remozada de Los Nocheros) podría ser el gran contendor de “Y arderán” del chileno Benjamín Walker. Como suele ocurrir en estas latitudes, la mayoría se enteró que Walker estuvo nominado a los Grammy Latino y algunos centraron sus discusiones en el apellido. El jurado se quedó con Chile y el público con Argentina, duelo que recuerda al festival de 2014, cuando La Pájara tuvo un cotejo reñido con los bolivianos Ch’ila Jatun.
El cierre estuvo a cargo de Sebastián Yatra, quien no demoró en abrir su camisa para mostrar el torso. Pero el show no se trataba de eso, porque el colombiano presentó pergaminos suficientes para estar presente en solitario —el año pasado acompañó a Carlos Vives— y tiene una fanaticada indiscutible. Pero el recurso de la camisa desabrochada propio de los artistas noventeros no fue el fuerte de la presentación de Yatra, pese al delirio del público presente.
El oriundo de Medellín vistió una polera con el hashtag #VolverACasa y subió al escenario a un grupo de venezolanos, visiblemente emocionados. “Nuestros hermanos venezolanos, como millones de otras personas, tuvieron que dejar su país, su tierra, sus seres queridos, por culpa del régimen miserable de Nicolás Maduro, que tiene que parar ya”, fue parte de su arenga. Subrayó que Juan Guaidó era el “presidente legítimo” y un llamado a denunciar “crímenes de lesa humanidad”. El monstruo otorgó su apoyo, aunque un poco confundido, ya que posiblemente esperaba un Yatra más galán que activista.
Cerca de las 3:15 concluyó la primera jornada de Viña 2019, un melodrama político que quiso estar a la altura de su competidora, la ceremonia de los Oscar, pero que tuvo errores y parafernalias más cercanas a los Razzies. Por suerte quedan días para mejorar, sacudirse el nerviosismo y hacer que el evento más importante del país y de la región se vea mejor. Pero sobre todo, que se escuche mejor.