Es muy triste crecer y ver cómo tu familia se pone facha.
Claro, ahora hay plata. Mi mamá tiene un departamento en Santiago, una casa en el sur de Chile, y es dueña de la mitad de otra donde vive junto a su pareja, que posee la otra mitad. Mi hermano vive y trabaja en el extranjero, donde gana bien. A mí tampoco me va mal, pude estudiar en una buena universidad, y tengo un buen trabajo.
Todos estamos bien, triunfamos en el juego de la ley de la selva, suponemos que por nuestros propios méritos. Eran las mismas reglas para todos, y nosotros, con trabajo y esfuerzo, lo ganamos, y estamos donde merecemos. ¿Verdad?
Se les olvida que crecimos de allegados en la casa de mi tía abuela, en un pasaje en La Florida. No teníamos dónde ir, y ella nos abrió las puertas, retirándose ella misma a la pieza más pequeña y alejada.
Se les olvida que íbamos a cambiarnos a colegios municipales, porque no se podía seguir pagando los colegios privados a los que atendíamos. También, probablemente, a un departamento más pequeño.
Se les olvida que, si esto no ocurrió, y de hecho nos cambiamos a una casa más grande, fue porque mi papá se suicidó, en parte por problemas económicos, y nos dejó su seguro de vida.
Se les olvida que iba a ser muy difícil pagar mi universidad, la del tercer hijo, y si estudié sin problemas, fue por la beca académica que obtuve, gracias en parte a la excelente educación privada que recibí.
Se les olvida que, cuando materialmente se dieron saltos, fue por herencias.
Es imposible negar el enorme esfuerzo que hizo mi mamá por sacarnos adelante. La vi muchos años trabajar todo el día afuera, llegar agotada a cocinar para la familia, para levantarse al día siguiente y repetir. Es la historia de millones de chilenos, de latinoamericanos, de personas en todo el mundo. Pero nosotros, además, contamos con diversas ayudas.
¿Qué hubiese pasado si no tuviéramos una tía abuela con una casa para recibirnos? ¿Qué hubiese pasado si mi papá no se hubiese suicidado, dejándonos su seguro? ¿Si mi bisabuelo no hubiese tenido un fundo que finalmente se vendió? ¿Tendríamos lo que tenemos?
No puedo votar por la ley de la selva. No puedo votar por el sálvese quien pueda, por la falacia de que si usted trabaja y se esfuerza, todo va a estar bien. Millones de personas trabajan y se esfuerzan, y no está todo bien. Porque esto es una mentira gigante. La realidad es, desde hace casi cincuenta años, la misma: “si usted tiene dinero, todo va a estar bien”. Las ventajas que se otorgan al que tiene dinero, están hechas para asegurarse de que su descendencia también lo tenga.
Si tienes dinero, pagas una buena educación a tus hijos, y tendrán dinero. Si no tienes, tus hijos recibirán una educación inferior, y tampoco lo tendrán.
Si tienes dinero, vas a una buena clínica, sanas bien, y puedes seguir trabajando para seguir teniendo dinero. Si no tienes, te atiendes donde puedas, y veamos cómo sale. Si no puedes seguir trabajando, puedes tener una pensión para sobrevivir como puedas.
Un país en que la calidad de la educación que recibes depende de cuánto pagues es aberrante. En que la calidad de la salud que recibes depende de cuánto pagues, es simplemente inhumano.
Entiendo que la transición puede ser difícil. Hay quienes se encargan activamente de que lo sea. La prensa de gran escala se encarga de asustar a la gente, ocasionando el voto por miedo, y que el rico se lleve su dinero. Leyendo la prensa y las declaraciones de la derecha, parecería que el candidato comunista fue el que pasó a segunda vuelta, cuando en realidad perdió en las primarias.
Tiene sentido práctico que mi familia vote a Kast. Después de todo, protege los intereses de la que ahora es nuestra clase socioeconómica.
Pero no tiene memoria.