La llegada del fin de año trae consigo la habitual práctica de realizar balances personales. En diversas ocasiones, se ha observado que la existencia humana, en general, y nuestro organismo particular, funcionan sobre la base de ciclos que se repiten de manera constante. Estos ciclos pueden ser tan simples como el sueño y la vigilia, o tan complejos como los hormonales, que incluyen fenómenos más amplios, como las depresiones estacionales que evolucionan a lo largo de una enfermedad. Cada uno de estos ciclos, con su inicio, descenso y retorno a un estado opuesto, es una representación de lo que ocurre en la naturaleza y, en este caso, se relaciona con el tiempo que tarda el planeta Tierra en completar su órbita alrededor del Sol. De esta forma, las hormonas como el cortisol y las hormonas sexuales femeninas generan sintomatología específica, y un ciclo anual provoca una serie de movilizaciones en todas las esferas del ser humano.
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