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En una de las sentencias más severas impuestas a activistas pacíficos en el Reino Unido, Roger Hallam, cofundador de Just Stop Oil, Extinction Rebellion e Insulate Britain, ha sido condenado a cinco años de prisión por su papel en la organización de protestas ambientales. Esta decisión, según The New Yorker, ha generado un intenso debate sobre la represión del activismo y la libertad de expresión, y refleja el endurecimiento de las leyes británicas contra la desobediencia civil en el contexto de la crisis climática.
Contexto de la protesta
Las protestas que llevaron a esta condena se llevaron a cabo en noviembre de 2022, cuando decenas de activistas interrumpieron el tráfico en la autopista M25, una de las principales arterias viales de Londres, al subirse a los puentes que la atraviesan. El objetivo de estas manifestaciones era exigir al gobierno británico el fin de la emisión de nuevas licencias para la explotación de petróleo y gas. La acción paralizó la circulación durante varias horas, lo que provocó una rápida reacción en redes sociales y medios de comunicación, donde se desataron críticas feroces que acusaban a los activistas de poner en riesgo a la población. Esta condena ha reforzado la postura del gobierno británico respecto a este tipo de manifestaciones.
Desarrollo del juicio
Un video grabado desde las estructuras bloqueadas mostró a un joven activista expresando su frustración: “Estoy aquí porque tengo futuro. Y puede que me odien por esto, pero ojalá dirigieran ese odio al gobierno”. Sin embargo, lo que comenzó como una protesta pacífica escaló rápidamente a una batalla legal sin precedentes. Hallam y otros cuatro activistas fueron llevados a juicio bajo cargos de “conspiración para causar molestias públicas”. A pesar de que ninguno de ellos participó físicamente en la ocupación de los puentes, se les acusó por haber hablado en una reunión de Zoom para organizar la acción.
El juez Christopher Hehir permitió que el jurado escuchara argumentos sobre el cambio climático, pero se centró exclusivamente en las molestias causadas por el tráfico. Además, calificó a los acusados de “fanáticos” que actuaban al margen de la democracia y del estado de derecho. La condena fue dura, con cuatro de los acusados recibiendo la misma sentencia que Hallam, quien es considerado un líder y estratega del movimiento.
Reacciones internacionales
Organismos internacionales, incluyendo a las Naciones Unidas, han denunciado la severidad de la sentencia. Michel Forst, experto en derechos humanos, consideró que se trata de un ataque a los defensores del medio ambiente. Hallam, de 58 años, ha sido arrestado en múltiples ocasiones por su activismo. Desde la prisión H.M.P. Wayland en Norfolk, donde cumple su condena, describe su celda como austera pero aceptable: “Es como estar en un monasterio. No hay mucho que decir desde el punto de vista consumista”. Dedica sus días a la lectura y la escritura, y asegura que su estancia no le disuadirá de seguir luchando.
Perspectivas del activismo
La visión de Hallam es clara: la humanidad se encamina hacia un colapso ecológico y considera que son necesarias acciones radicales. Para muchos británicos, las tácticas disruptivas, como bloquear carreteras, arrojar sopa sobre obras de arte o vandalizar monumentos, son inaceptables. Sin embargo, otros lo ven como un visionario que ha logrado movilizar a miles de personas para presionar a los gobiernos en un momento crítico para el clima.
Este caso no es aislado. En los últimos años, el gobierno británico ha endurecido las leyes sobre protestas, aprobando legislación que amplía el poder de la policía para dispersar manifestaciones y arrestar a activistas. Algunos asesores han llegado a comparar a estos grupos con organizaciones terroristas. Oscar Berglund, investigador de la Universidad de Bristol, advierte sobre la tendencia global del activismo climático. En el Reino Unido, los tribunales han restringido incluso a los manifestantes la posibilidad de mencionar el cambio climático en los juicios.
Historia y motivaciones de Hallam
La historia de Hallam demuestra que el activismo puede ser un instrumento legítimo de cambio social. Cita a Gandhi y Martin Luther King como referentes de la lucha, y considera que aceptar sacrificios es necesario para generar conciencia. Su activismo se remonta a su juventud, cuando fue criado en una familia metodista en Manchester. A una edad temprana, tras perder su granja orgánica en Gales debido a inundaciones, se dedicó a estudiar estrategias de movilización en King’s College London. Desde entonces, ha impulsado movimientos que en 2019 lograron que se declarara una emergencia climática, lo que llevó a bloqueos y arrestos masivos.
Implicaciones del encarcelamiento
El encarcelamiento de Hallam plantea preguntas incómodas sobre la legitimidad de interrumpir la vida cotidiana para evitar una catástrofe global. ¿Hasta qué punto es democrático criminalizar la desobediencia civil? Esta sentencia podría marcar un precedente y simbolizar el creciente conflicto entre quienes buscan sofocar el activismo disruptivo y la capacidad de la sociedad para reaccionar ante la crisis ambiental. A pesar de la condena, Hallam sigue activo organizando y desafiando las restricciones legales. Su encarcelamiento podría ser un intento de silenciar el activismo, pero también podría fortalecer la causa, atrayendo atención y apoyo. En un mundo que avanza implacablemente, la pregunta que queda en el aire es: ¿quién está realmente actuando fuera de la ley mientras se permite la destrucción del planeta?