
Un estudio reciente realizado por investigadores de la Universidad de Oslo, Noruega, ha revelado que compartir libros con los bebés puede incrementar significativamente su vocabulario, en contraste con el tiempo que pasan frente a las pantallas, que no parece tener el mismo efecto. Este estudio se alinea con una nueva declaración política de la Academia Americana de Pediatría, que aconseja a los padres leer libros a sus hijos desde una edad temprana.
El equipo de investigación encuestó a 1.442 niños noruegos de entre 1 y 2 años, indagando sobre la cantidad de palabras que estos niños podían decir o entender. Además, los padres informaron sobre la frecuencia con la que leían a sus hijos y el tiempo que estos pasaban frente a las pantallas cada día. Los resultados mostraron que los niños que eran leídos con regularidad tenían un vocabulario más amplio en comparación con sus compañeros que pasaban más tiempo frente a dispositivos electrónicos. Sin embargo, no se observó un vínculo claro entre el tiempo de pantalla y el desarrollo del vocabulario en los niños.
Los hallazgos de este estudio fueron publicados recientemente en la revista Journal of Child Language. Audun Rosslund, el primer autor del estudio y un investigador doctoral en la Universidad de Oslo, comentó: “Estos resultados demuestran una asociación entre las actividades de desarrollo del lenguaje y los primeros años de vida del niño, respaldando recomendaciones generales que sugieren reducir el tiempo frente a las pantallas para los más pequeños”.
El estudio sugiere que la lectura compartida es una herramienta más efectiva para el desarrollo del vocabulario en los niños en comparación con la exposición a pantallas. Rosslund y su equipo sospechan que hay dos factores que contribuyen a este fenómeno. El primero es la exposición a una mayor diversidad de contenido infantil a través de los libros, y el segundo es la interacción que se produce entre padres e hijos durante la lectura. Los investigadores advierten que un exceso de tiempo frente a las pantallas puede limitar las oportunidades de interacción que fomentan el desarrollo del lenguaje.
Además, Rosslund encontró que el efecto positivo de la lectura era aún más pronunciado en familias donde las madres tenían menos educación formal. Esto sugiere que hay un potencial prometedor para intervenciones que aborden las desigualdades en el aprendizaje temprano. Rosslund expresó su esperanza de que en el futuro se investigue el impacto de la calidad del lenguaje en el desarrollo infantil.
Este estudio resalta la importancia de la lectura compartida en la infancia y sugiere que los padres deben ser conscientes del tiempo que sus hijos pasan frente a las pantallas, priorizando actividades que fomenten el desarrollo del lenguaje.















