La alimentación cotidiana juega un papel clave en la inflamación sistémica, un proceso que puede influir directamente en la salud mental. Un reciente estudio encabezado por el Instituto Glenn Biggs de Alzheimer y Enfermedades Neurodegenerativas de UT Health San Antonio, en colaboración con la Facultad de Medicina de la Universidad de Boston, reveló que las dietas con alto potencial inflamatorio están vinculadas a un mayor riesgo de demencia. Los investigadores encontraron que quienes consumen alimentos proinflamatorios, es decir, aquellos con mayores puntuaciones en el Índice Inflamatorio Dietético (DII), tienen hasta un 84% más de probabilidades de desarrollar enfermedades relacionadas con el deterioro cognitivo, en comparación con aquellos que siguen dietas antiinflamatorias.
Inflamación y salud cognitiva
En este sentido, la recomendación para protegerse contra la demencia es elegir alimentos que eviten la inflamación, como aquellos que son antioxidantes y ricos en omega-3 y flavonoides, tales como los frutos secos, el aceite de oliva, las bayas y las verduras de hojas verde oscuro. La inflamación y el daño cognitivo están interrelacionados, y los hallazgos, publicados en la revista Alzheimer’s & Dementia, muestran que un incremento de una unidad en la puntuación del DII está asociado con un aumento del 21% en todas las causas de mortalidad y un 20% específico para la enfermedad de Alzheimer. El DII es una herramienta estandarizada que permite medir la inflamación a partir de nutrientes y compuestos bioactivos. Según esta clasificación, se agrupan en dos categorías principales: alimentos con propiedades antiinflamatorias y aquellos con efectos proinflamatorios.
Estudio de la cohorte Framingham
La investigación titulada “Asociación entre el índice dietético y la incidencia de demencia” utilizó datos de la cohorte Framingham Heart Study para analizar la relación entre la dieta y la salud cognitiva durante un seguimiento promedio de 13 años. La investigación incluyó a 1,487 participantes de 60 años o más, todos sin diagnóstico previo de demencia. Aquellos que seguían dietas antiinflamatorias y proinflamatorias tuvieron un 84% de probabilidad de padecer demencia. En los últimos años, ha crecido la evidencia científica respecto a las altas tasas de demencia, incluyendo la causada por dietas con un alto potencial inflamatorio. Estas dietas pueden promover procesos neurodegenerativos en el cerebro, exacerbados por el consumo excesivo de grasas saturadas y carbohidratos procesados, que contribuyen a la acumulación de placas de beta-amiloides, uno de los principales marcadores de la enfermedad de Alzheimer.
Impacto de los alimentos ultraprocesados
Investigaciones recientes refuerzan la idea de que los alimentos ultraprocesados, las carnes procesadas y los productos con aditivos pueden afectar la salud cognitiva. En un estudio presentado en el Congreso Internacional de la Asociación 2024, se siguió a 130,000 adultos y se encontró que aquellos que consumían raciones semanales de carne procesada tenían un 14% más de riesgo de deterioro cognitivo. Otros estudios previos también han indicado que el 58% de las calorías consumidas en los Estados Unidos están asociadas con infartos cerebrales. Los expertos identifican tres posibles mecanismos detrás de esta relación: en primer lugar, los ultraprocesados podrían comprometer la salud cardiovascular, afectando el suministro de oxígeno al cerebro; en segundo lugar, desplazan opciones saludables ricas en antioxidantes que benefician la función cerebral; y, por último, los componentes nocivos presentes en estos alimentos, generados por frituras o azúcares añadidos, pueden dañar las células y acumularse, promoviendo el estrés oxidativo.
Recomendaciones dietéticas para la salud cerebral
Aunque las investigaciones no establecen una causalidad directa, los hallazgos subrayan la importancia de realizar cambios progresivos en la dieta para proteger la salud cognitiva. Sustituir bebidas azucaradas por opciones frescas y ricas en fibra, como frutas y legumbres, podría ser un paso factible para reducir riesgos. Diversos estudios destacan la dieta mediterránea y la dieta MIND como patrones alimentarios que pueden ralentizar el deterioro cognitivo. Estos patrones incluyen ácidos grasos y flavonoides protectores que mejoran la producción de citocinas.
Un estudio realizado en Estados Unidos reforzó los beneficios de la dieta MIND, un plan alimenticio diseñado específicamente para preservar y prevenir problemas cognitivos. La investigación, que incluyó a 14,000 adultos, concluyó que la adherencia a este régimen estaba asociada con una menor incidencia de problemas cognitivos, especialmente en mujeres. Los resultados fueron respaldados por la Academia Estadounidense de Neurología. La dieta MIND se basa en alimentos esenciales para el cerebro, como la vitamina E, el folato y los carotenoides, compuestos de origen vegetal que han demostrado tener efectos beneficiosos en la salud cerebral. Entre los alimentos recomendados se encuentran las verduras de hoja verde, como la espinaca y la col rizada, que son esenciales. También se promueve el consumo de arándanos, que contienen altos niveles de compuestos asociados con la mejora de la memoria. Por otro lado, se recomienda el consumo de granos integrales y pescados, limitando el consumo de alimentos perjudiciales como las carnes rojas, los lácteos enteros, los fritos y los dulces.