La inflamación es una respuesta natural del organismo ante lesiones e infecciones. Este proceso es esencial para la reparación de tejidos y la eliminación de patógenos. Sin embargo, cuando la inflamación se convierte en un estado crónico, puede tener efectos adversos sobre la salud, siendo un factor determinante en el desarrollo de diversas enfermedades. En este contexto, la inflamación crónica se caracteriza por la activación prolongada del sistema inmunológico, que puede persistir incluso en ausencia de lesiones o infecciones. Esta activación continua puede contribuir a la aparición de afecciones graves, como enfermedades autoinmunes, enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo 2 y ciertos tipos de cáncer, entre otras.
La inflamación crónica no siempre es fácil de detectar, ya que sus signos pueden ser sutiles y desarrollarse de manera gradual. Se define como una condición inmunológica que dura más de tres meses. Según explicó el Telegraph, la doctora Rachel Byng-Maddick, consultora reumatóloga en el Hospital Lister HCA Healthcare UK, mencionó que “cualquier cosa puede estimular al cuerpo para producir inflamación, pero esta debería disminuir una vez que el problema haya sido resuelto”. La inflamación puede ser local, afectando solo una parte del cuerpo, o sistémica, involucrando varias áreas debido a condiciones autoinmunes.
Entre los síntomas comunes de la inflamación crónica, según la Mayo Clinic, se incluyen la fatiga persistente, dolores de cabeza y una sensación general de malestar, que a menudo pueden confundirse con una enfermedad temporal o estrés. Estos síntomas, si son recurrentes y prolongados, podrían ser una señal de que el organismo está lidiando con un proceso inflamatorio que no se resuelve. La fatiga, en particular, es un síntoma frecuente en personas que están en constante alerta, lo que agota sus recursos. Además, la fiebre persistente, los sudores nocturnos y la pérdida o aumento inesperado de peso son señales claras de que el cuerpo está luchando contra una inflamación crónica, explica la nutricionista Lucia Stansbie en el Telegraph.
Otro signo importante de problemas relacionados con la inflamación puede manifestarse en la piel, que puede presentar desde erupciones hasta acné, así como brotes relacionados con condiciones autoinmunes. La inflamación también puede tener manifestaciones digestivas, causando síntomas gastrointestinales como diarrea, estreñimiento, reflujo ácido y síndrome del intestino irritable (IBS, por sus siglas en inglés).
Para manejar y reducir tanto las causas subyacentes como los síntomas de la inflamación crónica, la doctora Byng-Maddick destaca la importancia de la alimentación. “Una dieta alta en alimentos procesados, carnes rojas y carbohidratos refinados está relacionada con un mayor riesgo de inflamaciones crónicas”, afirma. Realizar cambios en la dieta, como la inclusión de alimentos ricos en antioxidantes y ácidos grasos omega-3, puede ser beneficioso. Alimentos como el pescado graso, las verduras de hoja verde, las nueces y las semillas son conocidos por sus propiedades antiinflamatorias.
En casos graves, el uso de medicamentos puede ser necesario. Los esteroides, los antiinflamatorios no esteroides (AINEs) como el ibuprofeno y los corticosteroides son recomendados por los médicos para aliviar el dolor. Sin embargo, el uso prolongado de estos medicamentos debe ser cuidadosamente supervisado debido a los posibles efectos secundarios adversos, especialmente en personas con condiciones preexistentes. Además, realizar ejercicios físicos puede ayudar a amortiguar los efectos de la inflamación crónica.