Una pequeña isla de 32 hectáreas en el archipiélago de Chiloé ha salido al mercado, generando interés por su singular historia y características.
La isla, conocida como Imelev o Imeldeo, es propiedad de una viuda de 90 años que ha decidido venderla no por motivos comerciales, sino porque el estilo de vida que allí se ha mantenido durante décadas ya no es viable. Ubicada a pocos kilómetros de la isla grande de Chiloé y accesible únicamente por mar, la isla carece de puentes, vecinos y ocupantes permanentes, lo que la convierte en un lugar aislado y natural, con praderas, árboles nativos y una playa natural rica en mariscos.
El precio de venta se ha fijado en 47.000 UF, una cifra que podría parecer elevada, pero que los intermediarios aclaran que no está destinada a millonarios ni a grandes proyectos turísticos. En lugar de eso, la venta de la isla se presenta como una oportunidad para quienes buscan un espacio para desarrollar un proyecto personal, vivir en armonía con la naturaleza o simplemente desconectarse del bullicio urbano.
Históricamente, la isla fue utilizada para el pastoreo de ganado, una práctica que ha dejado de ser sostenible debido a las dificultades de transporte y competencia con grandes extensiones de tierra en el continente. La decisión de vender refleja un cambio profundo en la forma de habitar el territorio rural del sur de Chile, donde el envejecimiento de la población y la falta de relevo generacional han llevado a replantear el uso de estas tierras.
Los intermediarios enfatizan que la isla no está destinada a ser parcelada ni desarrollada con casas, sino que buscan un comprador que valore el entorno y desee un uso respetuoso del lugar. La geografía de la isla, que se eleva entre 100 y 115 metros sobre el nivel del mar, ofrece seguridad frente a marejadas y eventos climáticos extremos, un aspecto relevante en el contexto del cambio climático actual.
La venta de Imelev no solo representa una transacción inmobiliaria, sino que invita a reflexionar sobre el futuro del mundo rural chileno y la necesidad de encontrar nuevas formas de habitar y cuidar el territorio. En un mercado que a menudo prioriza el lujo y la rentabilidad, esta isla se presenta como un espacio para la calma y la conexión con la naturaleza, donde el verdadero valor radica en lo que permanece intacto y no se puede replicar.
