‘Efecto Bolsonaro’: ¿Cómo su llegada puede cambiar la balanza de poder en América Latina?

La presidencia del ultraderechista promete influir en el mapa político y económico de los próximos años en la región. Analistas cuentan a los posibles escenarios frente a sus contrapesos: Argentina y México.

Bolsonaro

La llegada de Jair Bolsonaro a la presidencia de Brasil supone un nuevo equilibrio de fuerzas y un cambio en la relación con su principal socio comercial, Argentina, así como con México, un ‘amigo lejano‘ de los brasileños.

Argentina, Brasil y México son los únicos países latinoamericanos que forman parte del grupo del G20, compuesto por las principales economías del mundo. Entre las tres naciones aportaron más de la mitad del Producto Interno Bruto (PIB) de América Latina y el Caribe durante 2017, según cifras del Banco Mundial.

Influenciado por la presencia del Gobierno de EE.UU. en el continente, el ‘efecto Bolsonaro’ podría cambiar el mapa político de los próximos años en la región, aunque está por verse cómo reaccionarán sus contrapesos. ¿Qué opinan los expertos?

Ausencias que pesan

En la ceremonia de investidura de Bolsonaro no estuvieron presentes el presidente de Argentina, Mauricio Macri, ni su homólogo de México, Andrés Manuel López Obrador. 

La ausencia de Macri en la investidura de Bolsonaro fue un suceso histórico entre ambas naciones, aunque el líder de Cambiemos demostrará la importancia que tiene la relación bilateral cuando visite Brasilia este miércoles para sostener un encuentro con el mandatario brasileño, en una reunión que despierta gran expectativa regional.

Relaciones entre cercanos

En un año vital para Macri, quien espera reelegirse en octubre de este año, la agenda entre los dos países se centrará en un tema fundamental: Mercosur.

El Mercosur –que funciona como una alianza comercial en la región desde 1991– supone uno de los grandes temas en la agenda de los dos países, pese a que Paulo Guedes, ministro de Economía de Brasil, confesó que no era una prioridad para el gobierno al considerarlo “restrictivo”. Después el funcionario se retractó.

Julio Burdman, politólogo y director de la consultora ‘Observatorio Electoral’, explica que Bolsonaro también dio señales bastantes elocuentes de subestimación al Mercosur.

El especialista detalla que el Brasil de la democracia, comenzando con los mandatos de Henrique Cardozo (1995-2003) y seguido por los gobiernos del Partido de los Trabajadores (2003-2016), creía fuertemente en esta idea. “Para lograr una función jerárquica en la política global, se debía primero demostrar un papel de liderazgo en la región”. Sin embargo, está por ver si esa visión prevalecerá en la era ultraderechista.

‘Mirar su ombligo’

Burdman asegura que el mandatario brasileño, al ser un nacionalista, solo le interesa construir las relaciones comerciales que más le convengan y eso podría excluir al Mercosur.

“Tiene una posición muy alineada a los EE.UU. Todas las iniciativas brasileñas para la región como la Unasur (Unión de Naciones Suramericanas) o el Tratado de Cooperación Amazónica, que no tenían tantas repercusiones en materia económica o comercial, pero sí funcionaban como un instrumento de accionar político, fueron mermando. Si este nuevo perfil se mantiene, Brasil mirará solo su propio ombligo y, por lo tanto, podría hasta competir con Argentina en lugar de acompañarla”, anticipa el analista.

Por su parte, la especialista en Relaciones Internacionales Fernanda Díaz considera que podría ocurrir una flexibilización del Mercosur que beneficie a ambos: “Hoy podría no ser una prioridad para Bolsonaro, aunque para Argentina pueda resultarle beneficioso dado el déficit comercial que existe en el intercambio con Brasil”.

“Amigos lejanos”

A México y Brasil lo separan casi 7.000 kilómetros. Pero la distancia no es lo que los ha hecho estar lejanos, sino el hecho de que se han esforzado por mantenerse “mutuamente lo más lejos posible”, como describió el exembajador de México en Uruguay, Cassio Luiselli Fernández, cuando se refirió a las dos naciones como ‘amigos lejanos’.

Estas dos naciones, consideradas históricamente potencias regionales, han sido grandes rivales en política exterior, al grado que Rubens Barbosa, exembajador de Brasil en Londres y Washington, propuso durante una reunión convocada por el Instituto Interdisciplinario para las Relaciones entre Europa, América Latina y el Caribe (IRELAC), que México dejara de formar parte de América Latina porque ya había tomado una decisión de ser parte de América del Norte después de la firma del Tratado de Libre Comercio con EE.UU. y Canadá (TLCAN) en 1994.

“A los argentinos, socios de Brasil del Mercosur, les parecía una barbaridad y dijeron que no, que México no podía quedar excluido, ni siquiera simbólicamente”, cuenta Francisco Gil Villegas, profesor del Centro de Estudios internacionales en el Colegio de México (Colmex), quien estuvo presente en la reunión.

Las cosas han cambiado para México con la llegada de Bolsonaro. Su socio histórico, EE.UU., hoy está muy entusiasta por afianzar sus relaciones con Brasil.

El nuevo amigo de Brasil

En los pocos días de Gobierno de Bolsonaro, se comienza a dibujar un nuevo mapa en las relaciones internacionales, que al menos en América Latina, podría completar el giro a la derecha junto con el Gobierno de Mauricio Macri en Argentina; Iván Duque en Colombia; Sebastián Piñera en Chile; Martín Vizcarra en Perú; Mario Abdo Benítez en Paraguay; Juan Orlando en Honduras; y Jimmy Morales en Guatemala.

Para Jorge Taiana, excanciller de Argentina (2003-2010) y actual diputado del Parlasur, EE.UU. podría regresar a prácticas sistemáticas dictadas desde la Casa Blanca para intervenir en la región, como hizo en el pasado.

“El aislamiento, las sanciones y tratar de que los otros países sigan las mismas políticas son practicas sistemáticas de la Casa Blanca”, advierte Taiana.

La reconfiguración política

No hay mejor termómetro para conocer cómo reaccionarán los países en el futuro que las posturas que han tomado Brasil, Argentina y México respecto con Venezuela.

El jueves, después de la investidura del presidente Nicolás Maduro en Venezuela, Macri reiteró su rechazo al nuevo mandato del mandatario y revocó la exención de visas y pasaportes de diplomáticos venezolanos.

La postura de Macri es relevante porque Argentina es el país de Latinoamérica con más ciudadanos venezolanos, ya que se calculan más de 90.000 desde 2016, según datos de la oficina Migratoria.

Brasil, por su parte, siguió la misma ruta que Argentina. Desconoció la legitimidad de Maduro y reafirmó su pleno apoyo a la Asamblea Nacional, órgano considerado en desacato por el Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela, pero al que el Gobierno de Bolsonaro reconoció como “la autoridad ejecutiva en Venezuela”.

La postura del Itamaraty, como se le conoce al Ministerio de Exteriores, es un adelanto de la nueva política brasileña.

México, en cambio, se mantuvo con sigilo ante el nuevo mandato de Maduro, aunque el viernes 4 de enero dejó clara su postura cuando se abstuvo de firmar el acuerdo del Grupo de Lima de no reconocer la legitimidad del Gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela.

Para Gil Villegas, México muestra un regreso a la doctrina Estrada, como se le conoce a los principios instaurados en la década de 1930 por el excanciller Genaro Estrada, que consiste en la autodeterminación de los pueblos; no intervención; y solución pacífica de controversias.

Massimo Modonesi, profesor del Centro de Estudios Sociológicos de la UNAM, considera que la decisión del Gobierno mexicano tiene otra implicación: “El escenario de la legitimidad y el techo de la cuarta transformación (como ha denominado López Obrador al Gobierno que encabeza) está totalmente volcado hacia adentro, el cálculo es que lo internacional no se convierta en un problema, no que sea un ámbito de realización del Gobierno”.

Los nuevos bloques económicos

Bolsonaro, un excapitán retirado del Ejército brasileño que se convirtió en diputado federal desde 1991, no ha ocultado su admiración por la dictadura militar de su país y ha demostrado que podría tener buen entendimiento con el EE.UU.

“Ambos países tienen una política de seguridad basada en la idea de guerra”, dice Sabina Frederic, investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y coordinadora del Grupo de Estudios sobre policiales y Fuerzas de Seguridad.

Sin embargo, la influencia de Washington no es la única en la región. La presencia de China y las alianzas con otros países del hemisferio, podría hacer que la correlación de fuerzas genere nuevas tensiones.

Hay una intención de Brasil en disminuir la presencia de China en la región, incluso siendo su principal socio comercial, para no perder lugar con EE.UU. Se le pondrán freno a la inversiones. Hay que ver qué decide Macri también, ya que durante el G-20 hubo un acercamiento con el presidente Xi Jinping pero recibe ayuda del Fondo Monetario Internacional (FMI)”, explica Eduardo Crespo, politólogo y profesor de la Universidad Federal de Río de Janeiro.

De la misma forma que Crespo, Gil Villegas identifica una encrucijada de Brasil con China: “Quién sabe cómo va a poder conciliar Bolsonaro el tener las buenas relaciones con EE.UU., y al mismo tiempo, mantener un gran intercambio comercial que tiene con China, que seguramente al Gobierno de Trump no le puede parecer del todo adecuado”.

Lo que López Castellanos tiene claro es que se perfila un eje ultraconservador en la región.

El dilema de México

Con Argentina y Brasil cada vez más cercanos, y con un presidente estadounidense que manda mensajes de aliento al Bolsonaro mientras provoca a México con la construcción de un muro en la frontera, la Administración de López Obrador está en un gran dilema.

En el pasado, EE.UU. lo salvó de algunos problemas económicos, pero el precio que ha pagado México para privilegiar la relación con su vecino del norte ha sido la dependencia económica –le vende el 80 % de sus exportaciones– y un distanciamiento cada vez mayor de los países del sur.

En 2017, el total de exportaciones de México ascendió a 335.933 millones de dólares, según cifras de la Secretaría de Economía. De este monto, 269.214 millones de dólares fueron a su principal socio comercial, EE.UU., mientras que el valor de exportaciones a Brasil fue por 2.941 millones, y a Argentina, tan solo por 1.284 millones.

En materia de importaciones a México la balanza no es muy distinta. El valor de las importaciones totales del país en 2017 fueron por 347.306 millones de dólares160.216 millones de dólares provenientes de EE.UU.4.508 millones de Brasil; y 695 millones de Argentina.

En este escenario, no es difícil suponer que México continúe a la sombra de EE.UU. y sin abrir de manera importante las relaciones comerciales con otros países, explica López Castellanos. Brasil, por su parte, está viendo “una oportunidad de oro para quitarle a México lo que siempre le han envidiado: la relación especial con EE.UU.”, concluye Gil Villegas.

José Beltrán, en colaboración con Facundo Lo Duca.