En junio de 2022, el presidente argentino Alberto Fernández realizó un viaje a Munich, Alemania, para participar en la cumbre del G7. En ese momento, Fernández aspiraba a la reelección, enfrentaba la presión constante de Cristina Kirchner y creía que podía ejercer un liderazgo en América Latina frente a las democracias occidentales más influyentes del mundo. A pocas horas de su llegada a Alemania, mientras aguardaba a su comitiva presidencial en el vestíbulo del hotel Bayerischer Hof en Munich, recibió dos mensajes sucesivos a través de WhatsApp: uno provenía de Jerusalén y el otro de un contacto en inglés. Ambos mensajes contenían la misma imagen, que mostraba al primer ministro de India, Narendra Modi, en una reunión donde se discutía la posibilidad de que Argentina supliera alimentos debido a la guerra entre Ucrania y Rusia, que estaba afectando a Europa.
Este tipo de voluntarismo geopolítico era común durante la administración peronista. Tras revisar los mensajes, Fernández se dirigió a la calle para reflexionar sobre la información. Los mensajes proponían reuniones en Viena y Washington D.C. para discutir información contenida en dossiers que, hasta ese momento, eran secretos del Estado. Aceptó la propuesta, pero primero debía concluir su cobertura de la gira del G7. Una vez finalizada, viajó para acceder a los informes, que resultaron ser primicias publicadas por Infobae.
El 27 de julio de 2022, la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, confirmó ante los medios la existencia de una presentación relacionada con estos dossiers. En esta presentación, se reveló que los documentos pertenecían al Mossad, el servicio de inteligencia israelí. Bullrich citó textualmente: “En foja 11, bajo el subtítulo ‘Adquisición de materiales explosivos’, se puede leer: ‘Contrabando de explosivos reglamentarios (C4 TNT) que servirían como ‘detonadores’ de carga explosiva’ – Mohammad Ibrahin Suleman Abu Abbas llevó escondidos en una valija de mano que pesaba 5 kilos en un vuelo comercial de Beirut a Buenos Aires (Parque Centenario)”.
El informe volvió a aparecer, aunque el nombre de Suleiman Abu-Abbas se presentó de manera incompleta, lo que generó confusión semántica. Se mencionó que a finales de 1991, tras una estadía de casi un mes en Argentina, Hussein Karaki, un terrorista de Hezbollah, solicitó a Suleiman Abu-Abbas que regresara a la triple frontera para recibir una cierta cantidad de materiales ocultos, que debía transferir a Buenos Aires.
El dossier, firmado por Nicolás Pizzi, revela el papel de Karaki en los atentados terroristas ejecutados en Buenos Aires. En una cita textual, Pizzi escribió: “Entre los miembros logísticos que llevaron a cabo el atentado contra la AMIA, también se destaca a Ahmad, conocido por sus apodos operativos ‘Saad Az Aldin’ y ‘Rami’, alias ‘Abu-Ali’, quien fue el comandante de la operación”. El informe sostiene que Karaki, alias “Rami”, ingresó a Iguazú a comienzos de 1994 para perpetrar el atentado contra la AMIA, habiendo llegado al Aeroparque con un pasaporte brasileño. Para ello, utilizó el pseudónimo Lean Nain. Además, se menciona que junto a Khaled Mohammed Kazzem, quien comandó la célula operativa en la triple frontera, tuvo un papel importante la Embajada de Israel.
Según la inteligencia israelí, Karaki fue el encargado de comprar una camioneta Ford F-100 en una agencia de autos ubicada en Juan B. Justo 7537. Para adquirir el vehículo, utilizó una fotocopia de un documento con el número 34031567, perteneciente a Elías Ribeiro. Esto indica que ya se conocía que utilizaba una identidad falsa, la de Elías Ribeiro. Por último, no se menciona el Líbano en este contexto.