El acoso escolar tiene un impacto significativo en la estructura cerebral de las víctimas, afectando su desarrollo y bienestar a largo plazo. Estudios recientes han demostrado que el acoso escolar no solo afecta el aspecto emocional de los jóvenes, sino que también provoca cambios en regiones cerebrales clave, lo que puede predisponer a las víctimas a una respuesta de estrés alterada y a problemas de salud mental en el futuro. Comprender el bullying como un problema neurológico y social es crucial para priorizar su prevención y fomentar estrategias de intervención efectivas.
Impacto del acoso escolar en el cerebro
Un estudio reciente realizado por el Trinity College de Dublín, Irlanda, y publicado en bioRxiv, ha evidenciado que las secuelas de la victimización durante la infancia y la adolescencia van más allá de lo emocional, influyendo directamente en la estructura cerebral. Según los especialistas consultados por Infobae, “el bullying deja huellas que marcan durante años a las personas”. Este estudio incluyó a 2,000 participantes de diferentes países europeos y demostró que al menos 49 regiones cerebrales están relacionadas con la memoria, el aprendizaje y los movimientos motores, los cuales se ven afectados por el acoso escolar.
Las resonancias magnéticas (MRI) revelaron cómo el acoso crónico y recurrente influye en el funcionamiento neurológico, con implicaciones que se extienden al ámbito escolar. El médico neurólogo infantil Nicolás Schnitzler (MN 107885) explicó que “las estructuras como la amígdala, el giro fusiforme, la ínsula y el cuerpo estriado ven modificadas su actividad, correlacionándose con la presencia de compromisos en la expresión facial y la regulación de las emociones”. Esto implica que las víctimas no solo enfrentan dificultades académicas y de socialización, sino que también están en mayor riesgo de desarrollar trastornos emocionales.
Diferencias en el impacto según el tipo de acoso
El estudio también destaca que el impacto neurológico del acoso puede manifestarse de diferentes maneras, dependiendo del tipo de acoso que se experimente. Darren Brody, coautor del estudio, señala que existen diferencias asociadas al género. “Por lo general, las niñas tienden a sufrir manipulación y ostracismo por parte de sus amigas”, mientras que la evidencia apunta a que las respuestas cerebrales, motoras y sensoriales son más prevalentes en el acoso físico.
La licenciada en Psicopedagogía María Zysman, fundadora de Libres Bullying, comentó sobre las diferencias de género en el contexto escolar en Argentina, afirmando que “en nuestro país ya hay tanta diferencia de género en la función que aparece en las escuelas”. Zysman también advirtió sobre el aumento del ciberbullying, una problemática moderna que amplifica el número de casos, subrayando que, aunque las formas de acoso físico han disminuido en las últimas décadas, el acoso digital continúa en aumento.
Consecuencias sociales y síntomas visibles
Las consecuencias sociales del acoso escolar limitan las transformaciones cerebrales y se traducen en alteraciones profundas en el comportamiento y la vida emocional de los jóvenes. El doctor en Psicología y docente Flavio Calvo (66.869) describió una serie de síntomas visibles en las víctimas de bullying: “Cuando un niño o adolescente sufre bullying, suele dar ciertas señales de alarma, como dolores físicos, de estómago o de cabeza, además de una disminución en el rendimiento escolar”. Estos signos son a menudo pasajeros, pero se reflejan en una reducción del interés por participar en actividades sociales, lo que a su vez incrementa la ansiedad y la depresión.
Calvo subrayó que el aislamiento tiene un peso enorme en el bienestar de los estudiantes, ya que “sentirse excluido, solo, abandonado o desamparado cambia su nivel metabólico”. La psicopedagoga también resaltó que el acoso afecta las emociones y el estado de ánimo de las víctimas, y que el componente social es un factor común en el acoso, desencadenando efectos metabólicos significativos.
Prevención y tratamiento del acoso escolar
La prevención y el tratamiento del acoso escolar requieren la colaboración de toda la comunidad educativa y familiar. Se enfatiza que la mejor manera de evitar el acoso es promover conductas saludables. Se implementan programas de habilidades de comunicación y es fundamental registrar los casos de acoso, donde los testigos juegan un papel crucial. Calvo sugirió que los padres deben escuchar e intervenir cuando sus hijos comentan sobre estas observaciones.
Además, propuso un abordaje que involucre múltiples disciplinas, afirmando que “la reversibilidad de los daños depende de un plan de trabajo interdisciplinario que incluya escuelas, familias, psicoterapias y el Estado”. Este enfoque es fundamental para aprovechar la neuroplasticidad y permitir que las víctimas se recuperen, así como para revertir el daño causado por el acoso. En última instancia, se debe abordar la responsabilidad del sistema educativo para trabajar de manera preventiva, enseñando a los jóvenes a atacar el problema del acoso, que es intencional y busca hacer daño. Los estudios y testimonios refuerzan la urgencia de tratar el acoso entre estudiantes, reconociendo que una intervención temprana puede cambiar el rumbo y ayudar a los jóvenes a superar episodios difíciles, protegiendo así su futuro.