En un contexto de normalidad, el teletrabajo se presenta como una gran oportunidad de conciliar la vida laboral, familiar y personal, si es que se encuentra bien planificado y racionalizado. El trabajo a distancia puede hacer disminuir innecesarios tiempos de traslado, con la consiguiente baja de demanda del transporte público y de las congestionadas vías de la ciudad, aportando a la calidad de vida de las personas y el cuidado medioambiental.
Con esta modalidad de trabajo podrían mejorar las relaciones al interior de las familias, fortaleciendo el vínculo entre padres y madres con sus hijos, potenciando su rol de educadores como complemento a lo que entregan los colegios.
El trabajo en casa también podría incentivar a que los trabajadores sean más eficientes con sus tiempos y así abrir espacio para el desarrollo de actividades extralaborales o familiares dentro de la misma jornada. El tiempo libre se podría destinar al ocio o al descubrimiento de nuevos conocimientos útiles para el trabajo o para la propia vida, que alimenten el alma de las personas y finalmente su felicidad.
Sin embargo, en el contexto de la emergencia sanitaria que nos ha tocado vivir, el teletrabajo se impuso como una obligación improvisada de las empresas, y no como una estrategia planeada para mejorar la productividad, satisfacción y calidad de vida de las personas.
En una encuesta realizada a 900 personas por Trabajando.com en mayo de 2020[1], se observó que el 54% de los encuestados se encontraban trabajando desde sus casas. Y los resultados en este grupo arrojaron que el 79% reconocía que dedicaba más horas al trabajo que antes y un 70% sufría síntomas de estrés. Entre las principales causas se mencionan:
- Aumento de la carga laboral (59%)
- No les alcanza el tiempo (54%)
- Inseguridad laboral (47%)
- Aumento de la presión de las jefaturas directas (47%).
Desde mi experiencia como consultor he podido comprobar que, en algunas organizaciones, el trabajo se ha transformado en una vorágine de tele reuniones y comunicaciones sin pausa, con poco respeto por los horarios de trabajo y los razonables periodos de descanso. Se eliminaron todos los desperdicios del proceso de trabajo, suspendiéndose los tiempos muertos u ociosos, en que las personas se encontraban para conversar de la vida y del trabajo, espacios en que muchas veces surgían ideas para un nuevo negocio o producto, descubrir relaciones entre las cosas y eventos que aparentemente parecían desconectados.
La interacción directa con otros es necesaria para generar esos espacios, en que espontáneamente surge la innovación y donde la comunicación no verbal es importante para reconocer el estado emocional del otro y así comprender mejor su conducta. El contacto social es importante para compartir percepciones sobre lo que está pasando en el país y en el mundo, tener tiempo para preguntarnos sobre nuestras familias, en definitiva, ser humanos. Todo esto es posible de lograr utilizando adecuadamente la tecnología, sin embargo, la realidad del trabajo actual deja mínimos espacios a la vida social sin estructura.
En este contexto, existe por parte de algunos empleadores una falsa percepción de aumento de productividad, porque hoy los empleados están mucho más ocupados que antes. Pero la velocidad y la intensidad del trabajo no garantizan la productividad. Probablemente, muchas reuniones que se realizan hoy son innecesarias, se destina mucho tiempo a preparar la reunión siguiente en que recién se planificará lo que se piensa hacer. A mi juicio se está dando un uso poco inteligente a la tecnología, haciéndose esclavos de ella, con un costo de energía y esfuerzo mental de las personas del que no se tienen conciencia en algunas organizaciones.
La mayoría de los trabajadores no tienen otra opción que obedecer. Se agendan reuniones a las siete de la tarde, aunque se tengan hijos, padres o abuelos que cuidar, alimentar o simplemente prestar atención de después de una larga jornada de trabajo. Debes estar 100% disponible para lo que el jefe y tu empresa necesiten en el mismo horario de trabajo como si estuviéramos viviendo una situación normal.
Como consecuencia de la pandemia y la implantación obligada del trabajo a distancia, sin planificación alguna, se eliminó de un día para otro todo lo que en teoría no agregaba valor directo a los procesos, como las relaciones humanas y el necesario descanso. De este modo, se logró la situación de trabajo total, en la que cada minuto cuenta y debe ser aprovechado en algo. La lógica hoy es que no importa si agrega valor o no, lo importante es mantenerse ocupado, en línea, con la agenda completa sin espacios entre reuniones y jornadas de trabajo sin horario de inicio ni final.
Pero ¿cuál es el costo para la salud mental y física de las personas?, ¿es sustentable esta situación? ¿por cuánto tiempo más se puede prolongar? No tenemos respuestas a estas preguntas, porque además el ser humano es un animal de costumbre, con capacidades insospechadas para superar las pruebas más difíciles. Algunos lograrán adaptarse, pero otros inevitablemente se enfermarán.
El teletrabajo fue pensado originalmente como un complemento al trabajo presencial, debía ser algo planificado y acordado incluso en el contrato de trabajo. No fue pensado para un tiempo especial de pandemia en el que se cruzan otras variables, como la suspensión de las clases escolares presenciales de los niños y las dificultades para el abastecimiento, entre otros factores.
Lo que hoy estamos viviendo no es teletrabajo, es una situación de emergencia, que por definición no es normal y no se puede normalizar hacia el futuro. Lamentablemente, se ha utilizado en algunos lugares para obtener más rendimiento de sus empleados, no respetando los horarios y los tiempos de descanso necesarios. Y dado que el desempleo está en aumento, los trabajadores prefieren cuidar su fuerte laboral y no reclamar, aunque consideren injusta la situación.
Sin duda existen muchas empresas que han implementado el trabajo a distancia con conciencia de las condiciones que tienen las personas en sus hogares. Sin embargo, los estudios recientes muestran que la mayoría de las personas que están trabajando en sus casas se encuentran agotadas y con altos grados de insatisfacción laboral, situación que va en aumento a medida que se prolonga en el tiempo.
Para abordar esta situación es clave el rol de las áreas de Recursos Humanos y de los consultores que colaboramos con ellos, para lograr influir al más alto nivel de las empresas y que se tomen medidas de cuidado de la salud mental de las personas, que son el activo principal de las organizaciones. No es sustentable un modelo en el que las personas comienzan a mostrar signos de estrés y otras patologías, porque finalmente será la organización en su conjunto la que presente síntomas de agotamiento sistémico.
Algunas medidas que se podrían aplicar son:
- Generar espacios para que las personas puedan expresar lo que están viviendo en sus realidades particulares, esto puede hacer que se genere empatía con las jefaturas.
- Fijar un límite de reuniones por día y/o establecer pausas obligadas entre reuniones.
- Crear rutinas de esparcimiento, estableciendo encuentros para hablar de temas cotidianos, no relacionados con el trabajo.
- Generar conversaciones de feedback bidireccional para ir realizando ajustes al sistema de trabajo.
- Realizar capacitaciones internas, dirigidas por los propios compañeros o jefaturas.
- Modificar los sistemas de gestión del desempeño, adaptando los incentivos a la realidad del teletrabajo.
- Modificar los sistemas de trabajo, los estilos de coordinación y control.
- Desarrollar estilos de liderazgo a distancia en las jefaturas.
- Celebrar eventos como los cumpleaños o logros obtenidos.
- Reconocer a quienes aportan al clima laboral y/o al trabajo en equipo a distancia.
[1] Trabajar desde casa no era lo que imaginábamos: 70% de los teletrabajadores en Chile sufre estrés.
Artículo publicado en www.latercera.com/que-pasa/ 25 de mayo de 2020