Pedro Almodóvar presenta su nueva película: lágrimas que sanan en La habitación de al lado

Pedro Almodóvar presenta "La habitación de al lado": lágrimas que sanan.
Pedro Almodóvar presenta "La habitación de al lado": lágrimas que sanan.

Semana especial para los cinéfilos amantes del cine español. Para ser más exactos: fans de Pedro Almodóvar. Este jueves se estrena en la región su última película, La habitación al lado, que marca su primer largometraje hablado en inglés, protagonizado por dos actrices de renombre como Tilda Swinton y Julianne Moore. El film llega con el respaldo que supone haber conquistado el León de Oro en el Festival de Venecia. Además de ser un paso habitual en las principales red carpets cinéfilas, la película aborda el proceso creativo, la juventud de Almodóvar, sus influencias y el tema de la eutanasia, que es clave en el film. Todo esto fue discutido por Almodóvar en una entrevista para la edición española de la revista Vanity Fair.

En lo que respecta a festivales, tras su coronación en Cannes en 1999, donde recibió el premio al mejor director por Todo sobre mi madre, podría parecer que la cita glamorosa en la costa francesa es la base de su éxito internacional. Sin embargo, Almodóvar recuerda que fue en San Sebastián donde su carrera dio los primeros pasos hacia la consagración. En septiembre, el festival donostiarra le otorgó el Premio Donostia en reconocimiento a su trayectoria, un galardón que le dejó un sabor imborrable. “Allí, en 1980, pude mostrar Pepi, Luci, Bom y otras chicas”, dice, recordando que en Venecia, en 1983, fue la primera vez que participó en un festival internacional con Entre tinieblas. En esa ocasión, Gian Luigi Rondi se opuso a la proyección, pero gracias al apoyo de Enzo Ungari, colaborador cercano de Bernardo Bertolucci, logró ser incluido en la sección “Mezzogiorno-Mezzanotte”, dedicada a jóvenes talentos. Su participación fue etiquetada como transgresora, atrevida y disruptiva, a pesar de la oposición inicial, y fue comparada con la obra de otros maestros de la provocación como Werner Fassbinder y Luis Buñuel, quien justo había lanzado Ese oscuro objeto del deseo, influyendo en el cineasta manchego.

Almodóvar menciona que “estamos ante un mediterráneo”, refiriéndose a uno de los piropos que ha recibido. La muerte, un tema que ha despertado múltiples comentarios, es central en el film, y el director señala que “me hizo llorar”. También menciona que, como clásico madrileño, “puso la piel de gallina”. “Es bueno llorar en una película porque esas lágrimas alivian, nada tiene que ver con el auténtico dolor”, aclara. Desde el inicio de su carrera, ha explorado en sus películas temas complejos, a menudo tabú, como la muerte y la conexión con emociones profundas y contradictorias de la vida. Ahora, en La habitación al lado, retoma esta temática, articulándola a través de la historia de la amistad y la despedida entre dos mujeres, Martha (Tilda Swinton) e Ingrid (Julianne Moore), en sus últimos días de vida.

Almodóvar describe este relato íntimo y desgarrador como un reflejo de su evolución personal, una aproximación que comenzó en los años ochenta con Matador, entrelazando el placer sexual. “Era una visión juvenil, casi atrevida”, dice, “pero ahora me aparto de la dureza visual de Michael Haneke y busco un enfoque humano y sensible”. La protagonista, Martha, recurre a su amiga para acompañarla en su decisión de morir dignamente. No es casual que la trama choque con el contexto legal actual en España, donde la ley de eutanasia, recién aprobada, aún enfrenta barreras que limitan su aplicación libre y sin interferencias. Almodóvar sentencia: “debe corregir eso”, refiriéndose a los obstáculos impuestos por abogados y jueces de una corte fundamentalista que dificultan el acceso a este derecho.

El personaje de Ingrid, que aporta alegría y vitalidad a la situación terminal, representa la posibilidad de encontrar sentido y humor sutil en medio del dolor de la pérdida. “El peligro de las historias es el sentimentalismo, yo quería huir del melodrama”, afirma, reconociendo que deseaba que la película fuera “endurecida” y “luminosa”. Para lograr este equilibrio, trabajó íntimamente con Moore, a quien considera en un “estado de gracia” interpretativo, en un punto donde ambas lograron encarnar plenamente la dualidad de luz y sombra que él pretendía imprimir en el film. Almodóvar explica que el guion, centrado en las conversaciones y miradas de las protagonistas, podría representarse fácilmente en un teatro. Para capturar la intensidad de las emociones, recurrió principalmente a planos que revelan cómo “sus ojos reflejan todos los mensajes de las palabras”.

En cuanto a las influencias, Almodóvar rinde homenaje a directores que han marcado profundamente su concepción narrativa y visual: el sueco Ingmar Bergman y el norteamericano John Huston. El cineasta menciona que ambos estaban “totalmente en su mente” durante el proceso de creación, especialmente al abordar la introspección y las relaciones humanas. Respecto a Bergman, conocido por su exploración de la fragilidad humana y la oscuridad existencial, resulta ineludible en el imaginario de la película, donde las mujeres atraviesan un momento de crisis emocional, muy al estilo de las protagonistas de Persona (1966) y Gritos y susurros (1972), clásicos del gran maestro sueco. De hecho, es difícil no ver en la caracterización de Swinton rastros de Max Von Sydow en El séptimo sello, cuando se enfrenta a la partida de ajedrez simbólica. “A lo tenía presente. No pretendo medirme con él, pero sí está presente en la película”, admite, y revela incluso su intención de rodar en la isla Fårö, un lugar icónico donde vivió y filmó parte de su obra, conocida por sus paisajes inhóspitos y atmósfera melancólica. “Si lo hubiera hecho antes Mia Hansen-Løve, habría rodado allí”, confiesa.

En cuanto a Huston, Almodóvar menciona que su creación cinematográfica fue constante hasta el final de su vida, dejando un legado cinematográfico inquebrantable. Huston dirigió Dublineses mientras enfrentaba serios problemas de salud que lo obligaron a trabajar con un respirador debido a un enfisema. “Recuerdo fotos de él dirigiendo asistido por un aparato. Esa imagen me hace pensar en la admiración por su perseverancia y compromiso con el arte en sus últimos días”, reflexiona el cineasta manchego, quien también trabaja bajo condiciones difíciles, lo que le sirve como lección sobre el vínculo inquebrantable que existe entre el arte y la espera de mantener su propia carrera.

Al integrar estas influencias, Almodóvar crea un espacio de diálogo donde la introspección prima sobre el espectáculo visual, optando por capturar los conflictos internos de los personajes con una sensibilidad bergmaniana. En cuanto a temas como el amor y la maternidad, profundiza en sus inquietudes personales y en la observación de la realidad actual. La maternidad, por ejemplo, es un tema ambivalente para él. En una charla, menciona que cuando era bisexual, le preocupaba evitar embarazos, considerando el mundo injusto. Sin embargo, con el tiempo, experimentó envidia hacia aquellos cercanos que tenían hijos, aunque siempre desestimó la idea de convertirse en padre. “Hay quienes serían infelices si niegan tenerlos, lo cual es perfectamente lícito”, afirma.

El amor y la amistad son centrales en su obra, actuando como refugio frente a la polarización social y los discursos de odio. “El odio es el peor sentimiento”, declara, señalando cómo erosiona las democracias en Europa. En contraposición, el amor brinda estabilidad en medio de las complicaciones románticas, según él, “tiene fecha de caducidad”. En cuanto a su legado, Almodóvar menciona que “mis gatos son mis películas”, enumerando que “los gatos son los verdaderos herederos, tratando cada filme como un hijo”. Con pasión, parece que su amor por el cine aumenta con los años, describiendo su próximo proyecto como una continuación de su exploración sobre el final de la vida. Al mismo tiempo, mantiene una profunda curiosidad por las nuevas generaciones, alejándose de su círculo habitual. Se siente fascinado por ciertos referentes contemporáneos, como el estilista Law Roach, responsable de los looks de Zendaya. “Lo suyo es un acto enorme”, comenta, y se imagina una comedia inspirada en la moda, compitiendo por estatus, en la línea de El diablo viste de Prada. ¿Será su próxima película? La respuesta queda en suspenso.