Microplásticos: una amenaza silenciosa que contamina el aire, agua y alimentos, afectando la salud humana y la biodiversidad en todo el planeta.
La presencia de microplásticos en el organismo humano se ha convertido en un fenómeno común. Estos contaminantes, que se encuentran en el aire, el agua, así como en lagos, ríos, playas y en las profundidades del océano, representan una amenaza constante para la biodiversidad. A través de la acción de diversos factores ambientales, el plástico se fragmenta en pequeñas partículas que pueden ingresar fácilmente a los seres vivos.
Hasta el momento, los científicos no han podido determinar con precisión las consecuencias de los microplásticos en la salud humana, aunque algunos estudios sugieren que su impacto es negativo. Los microplásticos son definidos como pequeñas partículas de plástico que miden menos de cinco milímetros de ancho. El término fue acuñado en 2004 por Richard Thompson, un científico marino de la Universidad de Plymouth en el Reino Unido, quien descubrió plástico del tamaño de un grano de arroz.
Las principales vías de incorporación de microplásticos en los seres vivos son a través del consumo o la inhalación. La evidencia indica que estas partículas ya están presentes en productos como la sal, la cerveza, frutas, verduras e incluso en el agua potable. La mayoría de los plásticos son desechados en el mar. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), se estima que entre 4.8 y 12.7 millones de toneladas de plástico ingresan al océano cada año. Una de las características del plástico es que se degrada cuando está en contacto directo con agentes que facilitan su descomposición, como la luz ultravioleta del sol o el calor.
En cuanto a los riesgos para la salud humana, el consumo de alimentos que contienen plástico puede tener efectos adversos, aunque la magnitud de estos efectos varía según el tipo de plástico ingerido. La inhalación de microplásticos también puede provocar una serie de problemas, que dependen del tiempo de exposición y la cantidad de plástico inhalado, y pueden ir desde problemas respiratorios, como tos, hasta daños celulares.
Ariel Herrera, investigador del Centro de Biotecnología Vegetal de la Universidad Andrés Bello, señala que la ingesta de plástico es una de las formas más comunes de ingreso de estas partículas al cuerpo humano, dado que están presentes en nuestra comida y en los envases de alimentos. Herrera afirma que “los efectos que puede tener la ingestión de este material son variados, pero los estudios coinciden en su adversidad”. Además, se han reportado efectos inflamatorios y neurotóxicos en animales, y los investigadores sugieren que “estos efectos podrían extrapolarse a nuestra especie”.
El tiempo de degradación de los plásticos es considerablemente largo y varía según su forma y las condiciones ambientales. Por ejemplo, el polietileno de alta densidad, utilizado en la fabricación de cañerías, puede tardar entre 2,000 y 9,000 años en degradarse, dependiendo de si está enterrado o expuesto en la superficie. Ariel Herrera, quien investiga los efectos de los microplásticos en Chile, expresa su preocupación por el impacto que estos contaminantes tienen en el medio ambiente. “Se han encontrado plásticos en la cima del Everest y en las profundidades del océano, lo que indica efectos a nivel de ecosistemas y en la salud humana”, añade.
En los ecosistemas terrestres, los plásticos alteran la estructura del suelo, afectando la acumulación y distribución de microorganismos y su capacidad de germinación. En los ecosistemas marinos, los microplásticos se encuentran en la superficie del mar. Alice Horton, científica marina del Centro Nacional de Oceanografía del Reino Unido, especializada en la contaminación por microplásticos, ha indicado que las expediciones marítimas para contar microplásticos en el océano han revelado cifras alarmantes, con un aumento constante de estos contaminantes cada década. Un grupo de científicos de la Universidad de Kyushu en Japón ha estimado que hay aproximadamente 24.4 billones de microplásticos en los océanos del mundo, lo que equivale a cerca de 30 mil millones de botellas de agua de medio litro.
Alice Horton explica que “cuando comencé a hacer este trabajo en 2014, los únicos estudios que se estaban realizando consistían en buscar dónde estaban los microplásticos. Ahora podemos dejar de buscar. Sabemos que dondequiera que busquemos, los encontraremos”. Debido a esto, Ariel Herrera advierte que los experimentos han mostrado efectos como toxicidad gastrointestinal, daños hepáticos e incluso problemas neurológicos en peces, como el pez cebra, que es un modelo experimental común en laboratorios. “Es posible que estos efectos se produzcan también en organismos acuáticos que habitan las zonas marinas contaminadas”, señala el académico.
En ambos ecosistemas, acuáticos y terrestres, la alta incorporación de microplásticos y su extremadamente baja tasa de descomposición contribuyen a su acumulación en los organismos que los ingieren y en las cadenas alimentarias a las que pertenecen.