Católicos estadounidenses: entre la fe y la política en la era Biden y Trump

Explorando la influencia del catolicismo en la política de EE. UU. desde sus inicios.
Explorando la influencia del catolicismo en la política de EE. UU. desde sus inicios.

La relación entre el catolicismo y la política en Estados Unidos refleja tensiones históricas y contemporáneas que afectan la percepción y el apoyo de los católicos hacia los líderes políticos.

Un creciente número de católicos en Estados Unidos, así como en el ámbito de la Iglesia, ha comenzado a mostrar un rechazo hacia el presidente Joe Biden, a pesar de que ambos comparten la misma fe católica. Este descontento se ha intensificado, en gran parte, debido a las posturas progresistas o liberales de Biden, así como a su percepción como un político de izquierda, aunque esta última caracterización carece de fundamento sólido. La situación se complica por el hecho de que Biden, aunque afirma seguir la doctrina católica en su vida personal, actúa como un líder laico en un país caracterizado por su pluralidad. La defensa del aborto legal se ha convertido en un punto de fricción, ya que representa una línea roja para muchos candidatos demócratas, así como para algunos independientes y republicanos que se consideran más flexibles en sus posturas.

En términos generales, se puede afirmar que aproximadamente la mitad de los políticos en Estados Unidos apoya la continuidad del aborto legal y accesible, un derecho que fue reconocido a nivel federal desde 1973 hasta 2022 gracias a la decisión de la Corte Suprema en el caso “Roe vs Wade”. Esta decisión, que no fue ejecutiva sino judicial, fue posteriormente anulada por los nuevos jueces designados por el expresidente Donald Trump.

El aborto se ha convertido en uno de los temas más polémicos en un conflicto que sigue escalando. La Conferencia Episcopal de Estados Unidos ha tomado la decisión de negarle la comunión a Biden, a pesar de que esta postura parece favorecer a sus oponentes, algunos de los cuales son conocidos por sus inclinaciones xenófobas. Esta situación ha llevado a un uso potencialmente tendencioso de las medidas expiatorias de la Iglesia. En contraste, la Santa Sede ha alentado a Biden a continuar recibiendo la comunión, aunque lo hace reconociendo que el aborto es un pecado trágico que no debe ser normalizado. La actual candidata demócrata y vicepresidenta, Kamala Harris, se identifica como cristiana bautista y no solo no se opone al aborto, sino que también ha prometido restaurar su protección a nivel federal como parte de su plataforma electoral.

A pesar de que Estados Unidos es una de las naciones más religiosas y practicantes del mundo desarrollado, especialmente en comparación con Europa Occidental, Canadá y Oceanía, la mayoría de los ciudadanos, en particular las mujeres, favorecen la continuidad del aborto legal como un derecho civil. Esto se da incluso entre quienes no consideran el aborto como una opción personal o moral ante un embarazo no deseado. El apoyo a la legalidad del aborto tiende a aumentar en situaciones de violación, problemas de salud o malformaciones en el feto, aunque la legislación anterior del país y de muchos estados no discriminaba entre las razones y permitía abortos a solicitud. En la actualidad, casi todos los países del mundo aceptan el aborto bajo alguna causal específica, a excepción de la Santa Sede, Madagascar, Honduras, Nicaragua, El Salvador y República Dominicana.

Sin embargo, el aborto es rechazado de manera contundente por una parte significativa de la sociedad estadounidense, junto con otras causas liberales o “woke”, como la defensa de los derechos de las minorías LGBTTTIQ, la descriminalización de la marihuana y la legalización de la muerte asistida. Este rechazo es especialmente fuerte en el denominado “Bible Belt”, una región mayoritariamente evangélica que abarca varios estados del sureste, y que es crucial para el populismo alt-right o paleoconservador, que aboga por una liberalización extrema de la economía, restricciones a la inmigración y el excepcionalismo estadounidense.

A pesar de que la mayoría de las comunidades protestantes desaprueban el aborto, existen matices en sus posturas. La Iglesia Católica Romana considera el aborto un pecado grave que puede llevar a la “excomunión latae sententiae” para quienes lo promuevan. Sin embargo, no se pronuncia de manera directa y orgánica en contra de votar por candidatos que apoyen la legalidad del aborto, sino que aboga por un examen ético de los fieles sobre las posturas de sus representantes. Existen diferencias significativas en las tendencias de los católicos estadounidenses: la mayoría de los católicos blancos, irlandeses e italianos, así como los católicos cubanos, apoyaron a Trump en las elecciones de 2020 y en la contienda de 2016 contra Hillary Clinton. Por otro lado, la mayoría de los católicos hispanos, provenientes de México y Centroamérica, votaron por Biden y tienden a ser más favorables a los demócratas, aunque esta tendencia ha comenzado a cambiar a medida que se han asentado más en Estados Unidos.

Este cambio se puede atribuir a las preocupaciones de diferentes sectores dentro del catolicismo, algunos de los cuales están más preocupados por la cohesión moral del país, mientras que otros se centran en temas de inmigración, racismo y desigualdad de oportunidades. A pesar de esto, la Iglesia en Estados Unidos ha ido ganando una influencia progresista en el ámbito cultural y político. Biden es el segundo presidente católico en la historia del país, después de John F. Kennedy, y es notable que la anterior primera dama, Melania Trump, también era católica. Además, seis de los nueve jueces de la Corte Suprema son católicos, al igual que un número creciente de legisladores en ambas cámaras y en ambos partidos. Aunque la mayoría de los estadounidenses se congrega en denominaciones protestantes, especialmente en la tradición bautista, el catolicismo representa aproximadamente una quinta parte de la población y es la mayor comunión cristiana por sí sola, con una presencia significativa en el Colegio Cardenalicio.

A nivel episcopal y mediático, la Iglesia Católica en Estados Unidos ha tenido una de las relaciones más tensas con el actual pontificado, a pesar de la exitosa visita pastoral del Papa Francisco al país y a Cuba en 2015. Gran parte de la jerarquía católica ha mostrado una obediencia crítica o, en algunos casos, una desaprobación abierta hacia las reformas de Francisco, en temas que van desde la inmigración y el ecumenismo hasta el cambio climático, la pena de muerte, la distribución económica, la disciplina de los sacramentos, la moral sexual y el celibato del clero. El cardenal Raymond Burke, un prominente líder tradicionalista, ha llegado a acusar al Papa de emitir pronunciamientos heréticos, como se evidenció en cartas conjuntas con el obispo Athanasius Schneider y el cardenal Robert Sarah, en relación con el Sínodo para la Amazonia de 2019 y la declaración “Fiducia supplicans” de 2023, que permitió bendiciones a parejas homosexuales.

Uno de los críticos más destacados de Francisco no es estadounidense, sino el exnuncio apostólico en Estados Unidos, Carlo Maria Viganò, quien ha acusado al Papa de proteger al cardenal Theodore McCarrick, acusado de abuso sexual, y de alinearse con un nuevo orden global progresista que, según él, relativiza la fe y manipula a la población, especialmente en el contexto de la pandemia de Covid-19. En 2024, la Santa Sede reconoció la excomunión de Viganò por sus actos y gestos que se consideraron un cisma, lo que lo convierte en un adversario más del pontífice argentino.

Este tipo de figuras que asocian el catolicismo con una nostalgia por el pasado de la Iglesia anterior al Concilio Vaticano II, caracterizada por un formalismo litúrgico, antimodernismo e intolerancia religiosa, han sido rescatadas por actores políticos como Steve Bannon, un ejecutivo de medios estadounidense y exdirector de Breitbart News, quien ha mostrado apoyo a Trump y al Partido Republicano.

No obstante, también han existido católicos estadounidenses que se han destacado más allá de estas controversias. Ejemplos notables incluyen a la oblata benedictina, anarquista cristiana y activista social Dorothy Day, el monje trapense y poeta Thomas Merton, y el sacerdote y académico Raymond Brown, reconocido mundialmente por su trabajo en exégesis bíblica. Estas figuras representan una rica herencia moral e intelectual que ha trascendido fronteras.

El catolicismo en Estados Unidos cuenta con recursos significativos que provienen de lo que se ha denominado “extra iglesia”, es decir, ingresos que no provienen de la recaudación parroquial, sino de negocios en el ámbito de la salud y la educación, tanto básica como universitaria. Esto ha permitido a la Iglesia cierta autonomía, aunque también ha generado conflictos de intereses en relación con la ideología de mercado predominante en el país.

Una parte de los católicos, en su mayoría blancos, tiende a relativizar el Concilio Vaticano II o el actual pontificado, prefiriendo ser una “mayoría creada” al encontrar causas comunes con la población protestante más conservadora, que puede influir en las elecciones en los estados del sur, a pesar de que históricamente han sido bastante anticatólicos. Esta situación plantea una contradicción, ya que la Doctrina Social de la Iglesia se opone a la discriminación hacia los inmigrantes y al individualismo que favorece la competencia de mercado sin criterios éticos. Por otro lado, otra parte de los católicos, más identificados con la misericordia y el compromiso con los pobres, en su mayoría de origen latinoamericano, se solidariza con la lucha contra la discriminación racial y es sensible a los problemas económicos que afectan a la población en general. Aunque son más conservadores que otros sectores demócratas, como los estudiantes y activistas de izquierda, priorizan las cuestiones de desigualdad económica y de migración sobre el tema del aborto, lo que resuena más con las reformas propuestas por el Papa Francisco.