La Circulación Meridional de Vuelco Atlántico (AMOC, por su sigla en inglés) es un sistema de corrientes oceánicas que conecta el hemisferio norte con el hemisferio sur, desempeñando un papel crucial en la regulación del clima global. Este sistema, que actúa como una cinta transportadora de enormes volúmenes de agua, es impulsado por una combinación de vientos y la densidad oceánica. La AMOC no solo distribuye calor y humedad, sino que también transporta nutrientes a través de los océanos, lo que es vital para la salud de los ecosistemas marinos y la regulación del clima en la Tierra.
Se ha planteado un riesgo significativo de que la AMOC se desacelere o incluso se detenga como consecuencia del calentamiento global, que es generado por las actividades humanas que producen emisiones de gases de efecto invernadero. A medida que la atmósfera se calienta, los científicos temen que el agua dulce proveniente del deshielo de las capas de hielo polares pueda perturbar considerablemente el funcionamiento de la AMOC, lo que podría tener consecuencias catastróficas. Por esta razón, grupos de investigadores de diferentes países están trabajando para comprender qué está sucediendo y si es posible advertir sobre los debilitamientos de este sistema.
El doctor Alberto Piola, profesor emérito de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y ex investigador del Conicet, explicó que la AMOC transporta aproximadamente 20 millones de metros cúbicos por segundo. Este movimiento de agua lleva calor hacia el norte, contribuyendo al clima global, aunque su efecto se manifiesta de manera más directa en Europa y otras regiones del hemisferio norte. Piola también se refirió al potencial impacto del cambio climático en este sistema, señalando que “el aumento de las temperaturas acelera el derretimiento de los hielos continentales en Groenlandia y otras áreas polares”. Este fenómeno introduce grandes volúmenes de agua dulce que alteran la salinidad del océano.
El investigador subrayó que esto podría “debilitar significativamente la inyección global” de agua en el océano, lo que amenazaría la estabilidad del sistema y podría hacer que pierda su capacidad para transportar y ventilar el océano profundo de manera eficiente, lo que tendría impactos graves a nivel global. Piola recordó que en el pasado han ocurrido algunos colapsos de la AMOC, documentados mediante evidencias indirectas que datan de miles de años atrás. Más recientemente, en 2010, hubo un debilitamiento importante que duró varios meses y generó un enfriamiento en el norte.
El doctor Piola afirmó que “cada debilitamiento implica una menor intensidad de las aguas de la AMOC”, y que esto no solo afecta a Europa, sino que podría impactar también en los patrones de lluvias en América del Sur. Los cambios en las precipitaciones afectarían directamente la agricultura, los recursos hídricos y los ecosistemas de la región.
El miércoles pasado, un equipo de la Institución Oceanográfica Woods Hole de Estados Unidos publicó un trabajo en la revista Nature Communications en el que postulan que la AMOC ha disminuido en los últimos 60 años. Los autores del estudio afirman que los resultados significan que actualmente la AMOC es más estable de lo esperado. Estos hallazgos contrastan con trabajos anteriores que habían señalado que la AMOC sí había disminuido en un 70%. La nueva investigación siguió un enfoque diferente para abordar el problema, utilizando 24 modelos del CMIP y descubriendo que los datos disponibles sobre la temperatura de la superficie reconstruían con precisión la AMOC. También analizaron medidas diferentes, como los flujos aire-mar y el intercambio con la atmósfera.
“Según los resultados, pensábamos que estábamos tan cerca de un punto de inflexión como se había sugerido anteriormente”, comentó Linus Vogt, uno de los coautores del estudio, quien ahora trabaja en la Sorbona en Francia. Sin embargo, el futuro de la AMOC aún es objeto de debate. El conocimiento limitado sobre el sistema dificulta prever cómo se comportará en el futuro, sostuvo Piola, quien desde 2009 participa en el monitoreo de la AMOC como parte de una colaboración entre Argentina, Brasil, Sudáfrica, Francia y Estados Unidos.
Para abordar el problema, recientemente se ha sumado la posibilidad de utilizar una herramienta llamada Templex. Denisse Sciamarella, investigadora argentina del Centro Nacional de Investigación Científica y directora adjunta del Instituto Franco-Argentino de Estudios sobre el Clima y sus Impactos (IFAECI), explicó que Templex es un desarrollo matemático que “funciona como una lupa para identificar señales topológicas precursoras de cambios radicales”. Con su equipo, la científica diseñó esta herramienta específicamente para estudiar la complejidad de los sistemas lineales y conocer la regla de evolución de los procesos, lo que permite realizar predicciones a largo plazo.
“Varios estudios recientes han alertado sobre cambios cualitativos que podrían acarrear consecuencias para el planeta. Decidimos entonces poner a prueba estos modelos en la AMOC”, detalló Sciamarella, quien colaboró con Caterina Mosto, Juan Ruiz y otros investigadores del Conicet y de la UBA. Publicaron en la revista especializada Chaos junto con Florian Sévellec, un oceanógrafo y coautor del trabajo, quien propuso en 2015 que “nuestro estudio consistió en aplicar Templex para leer caracteres topológicos que indican un posible colapso”.
“Estamos utilizando esta matemática que desarrollamos para identificar dinámicas radicales. Los enfoques métricos pueden captar esos signos, y eso nos vuelve muy importantes”, sostuvo Sévellec. De acuerdo con su enfoque, se utilizan conceptos que permiten contar con otra aproximación. Este tipo de innovación complementa los métodos de análisis tradicionales y mejora la comprensión del fenómeno.