La economía chilena se proyecta hacia un balance positivo para 2024, en comparación con el resultado del año anterior. Tras un crecimiento débil del 0,2% en 2023, las proyecciones indican que la economía chilena podría retomar su ritmo de expansión tendencial, estimándose un crecimiento en torno al 2%. Las últimas proyecciones del Fondo Monetario Internacional (FMI) sugieren incluso un crecimiento del 2,5% y un 2,4% para el nuevo ejercicio que comienza. Sin embargo, estas cifras son similares o ligeramente inferiores a las estimaciones para América Latina, que promedia un crecimiento del 2,1% para 2024 y del 2,5% para este año. Además, se encuentran distantes de las proyecciones de otros mercados emergentes y economías en desarrollo, que se espera que tengan una expansión del 4,2% en el mismo periodo.
El economista y socio de Geminis Consultores, Alejandro Fernández, señala que todos los países clasificados como emergentes, incluso aquellos con un PIB per cápita medio, deberían tener como objetivo alcanzar a las naciones más desarrolladas y reducir la brecha existente. En este sentido, considera pertinente comparar a Chile con otras naciones similares, aunque no necesariamente implica que deba aspirar a crecer a las mismas tasas que ellas, dado que existen diferencias en geografía y estructura productiva. Fernández expresa: “Pero, sin duda, el estar por debajo de los mercados emergentes es un motivo que alguna preocupación debería generar”.
El economista también menciona que en algún momento Chile logró acortar la brecha con los países más avanzados, pero factores como el estancamiento de la productividad, la permisología y la rigidez del mercado laboral han impedido que se reduzca esta diferencia. “Es ciertamente un motivo de preocupación y que explica por qué nos hemos acercado a América Latina, lo que es malo porque tiene un desempeño que ha sido de los peores -salvo el África subsahariana- en la última década”, explica Fernández.
Por su parte, el economista senior de S&P Global Rating, Elijah Oliveros-Rosen, proyecta que la economía chilena crecerá un 2,2% en 2025 y un promedio de 2,4% en los próximos tres años, cifra que se aproxima al crecimiento potencial del país. Oliveros-Rosen destaca que los factores demográficos en Chile son menos favorables en comparación con otros mercados emergentes, como India, que experimentan un mayor crecimiento poblacional y, por ende, de la fuerza laboral. Sin embargo, aclara que en términos de PIB per cápita, Chile se encuentra en una posición más alta. Según las cifras del FMI, el PIB per cápita de Chile, medido en dólares corrientes a paridad de poder de compra (PPP), alcanzó los US$ 33.574 el año pasado, mientras que en los mercados emergentes y economías en desarrollo fue de US$ 17.062.
Oliveros-Rosen explica que cuando un país se encuentra en una etapa más avanzada de desarrollo económico, lo que se refleja en un PIB per cápita relativamente alto, las tasas de crecimiento económico tienden a ser menores. Esto se debe a que las oportunidades de crecimiento en sectores desarrollados son más limitadas en comparación con los sectores menos desarrollados, donde los retornos iniciales a la inversión son más altos. Para incrementar el crecimiento económico en Chile, Oliveros-Rosen enfatiza la importancia de impulsar la productividad laboral, especialmente en el sector no minero, considerando que el país presenta un crecimiento poblacional relativamente lento y un PIB per cápita más elevado que la mayoría de los emergentes. “La productividad laboral en Chile pasó de un poco más de 2% en la primera década de los 2000, a un poco menos de 1% en la última década. Esto se compara con una productividad laboral promedio de cerca de 2.5% en las economías emergentes”, señala.
Fernández, en su análisis, considera que no se debe seguir el modelo de un país específico, sino más bien buscar la consistencia en las políticas. Cambiar de dirección con cada nuevo gobierno, destaca, “eso genera incertidumbre, genera inestabilidad, un freno absoluto a todas las ideas o inversiones que se podrían desarrollar”. Además, advierte que el éxito que tuvo Chile en los años 90 y principios de los 2000 se debió en parte a que “se hicieron las cosas bien o bastante bien”, pero también a un entorno global más favorable. La expansión de la globalización, con la incorporación de los países de Europa del Este y China, impulsó el crecimiento de los mercados globales y brindó oportunidades a países pequeños como Chile. “Lo que se ganó en esos 20 años, ya está ganado. Ya no hay más que ganar ahí y por el contrario, estamos viendo un poquito un retroceso de la globalización política, más nacionalista y proteccionista. Va a ser más difícil”, concluye.