La historia de Betty Brussel, una mujer que a sus 100 años ha demostrado que la vitalidad y la longevidad pueden coexistir, es un testimonio inspirador. En enero de este año, pocos meses antes de celebrar su centenario, Betty rompió tres récords mundiales en natación en la categoría de 104 años. Completó los 400 metros estilo libre en un tiempo de 12 minutos 50.3 segundos, superando la marca anterior por casi cuatro minutos. Además, registró 1 minuto 24.91 segundos en los 50 metros espalda y estableció un nuevo récord de 56.22 segundos en los 50 metros braza.
Entrenamiento y filosofía de vida
El entrenamiento de Betty es sencillo, ya que entrena solo dos días a la semana en la piscina del White Rock Wave Swim Club. Su secreto radica en la constancia y la intensidad. Ella explica: “Siempre intento encontrar un ritmo que pueda mantener, y en la última vuelta doy todo lo que tengo”. Su conexión con el agua comenzó en su infancia en Ámsterdam, donde nadar se convirtió en su refugio y fuente de fortaleza. Tras la muerte de su esposo, Betty volvió a nadar, lo que le permitió seguir adelante junto a sus hijos. “Me olvido de todas mis preocupaciones, siempre es mejor”, afirmó en una entrevista con The Guardian.
Un legado de perseverancia
La historia de Betty Brussel es un testimonio de perseverancia y un llamado a redefinir lo que significa envejecer. Nació el 28 de julio de 1924 en una familia de doce hermanos, y su vida estuvo marcada por las dificultades de la Segunda Guerra Mundial. Recordó: “Mis padres me sacaron de la escuela para ayudar a cuidar a los menores. Teníamos que asegurarnos de tener suficiente comida. Esa era nuestra vida, no sabíamos hacer nada mejor”. A pesar de los momentos dolorosos, descubrió su amor por la natación en su ciudad natal, donde aprendió a nadar en un canal.
En 1959, emigró a Canadá con su esposo Gerrit, donde se establecieron en Grand Forks. Mientras Gerrit trabajaba como carpintero, Betty encontró empleo como costurera y juntos criaron a sus hijos. “Éramos un equipo. Siempre encontrábamos la manera de salir adelante”, compartió. La pérdida de su esposo fue difícil, pero la natación le ayudó a sanar. “Fue difícil, pero me ayudó a sanar”, confesó.
Un enfoque minimalista en el entrenamiento
A lo largo de los años, Betty ha desarrollado una rutina de entrenamiento que le ha permitido romper récords mundiales. Su enfoque es minimalista, sin necesidad de un régimen extenuante. “¿Qué puedo decir? Soy un poco perezosa”, comentó sobre su estilo de entrenamiento. A pesar de su avanzada edad y de usar un marcapasos tras sufrir un ataque al corazón, Betty se mantiene activa y equilibrada. La presidenta del club, Linda Stanley Wilson, subrayó la importancia de proteger la salud de la nadadora: “Entreno, simplemente aseguro que esté haciendo algo biomecánicamente correcto y que no le cause lesiones”.
Vida activa y mentalmente estimulante
Además de nadar, Betty se dedica a actividades que mantienen su mente activa, como resolver acertijos, bordar y tejer. Ella encuentra confianza en el agua, que le permite relajarse y recargar energías. “Tiene ojos azules brillantes y una sonrisa cálida. Es una divertida charlatana”, comentó Linda sobre Betty. En las competiciones, Betty suele ser el centro de atención, lo que atribuye a su dedicación a la natación.
Su dieta es sencilla y variada, sin restricciones extremas, y da prioridad al descanso consciente. Betty comparte: “Sigo viviendo día a día, disfrutando de lo que hago”. Su ascenso en el mundo competitivo comenzó en Ámsterdam, pero fue después de retirarse que comenzó a participar en los British Senior Games, lo que marcaría el inicio de su carrera profesional en la natación. “No sabía lo que estaba haciendo”, recordó sobre su primer encuentro en competencias, que la enganchó.
Desde entonces, ha acumulado un impresionante historial de medallas, compitiendo contra nadadores de diversas edades. En una jornada en Saanich, Británica, batió un récord superando los 20 minutos. “Si gano, estoy feliz. Si no gano, también estoy feliz, porque me divierto”, comentó. Para Betty, la natación es un placer, y su filosofía se extiende más allá del deporte: “Cada persona debería hacer aquello que les haga sentir vivos. Debería ser un placer, nunca una tarea”.