La importancia del apego en la infancia es crucial para el desarrollo emocional y psicológico. Las interacciones tempranas marcan el futuro de los niños.
Los bebés no tienen recuerdos de sus experiencias, lo que lleva a la creencia de que no hay problema si lloran durante un tiempo. Sin embargo, esta perspectiva minimiza su capacidad emocional y reduce sus necesidades a aspectos puramente físicos, ignorando la importancia de las interacciones afectivas y sociales. Los infantes son receptivos a su entorno y dependen en gran medida del contacto emocional y de la respuesta sensible de sus cuidadores para su crecimiento y desarrollo. Las primeras experiencias que viven son fundamentales y marcan su desarrollo psicológico tanto a corto como a largo plazo.
La ciencia que se ocupa del desarrollo infantil, incluyendo el psicoanálisis, ha demostrado que los cimientos de la salud mental se construyen en los primeros años de vida. Esto incluye las relaciones con los padres, la familia, los cuidadores, los maestros y los compañeros, así como la relación que el niño establece consigo mismo. Es notable observar el comportamiento de los bebés mientras juegan, explorando diferentes partes de su cuerpo, manipulando objetos con atención y mostrando interés en su entorno. Estas interacciones, aunque parezcan simples, son parte de procesos complejos que contribuyen a la adquisición de habilidades y a la comprensión del mundo y de los vínculos que establecen.
Numerosos estudios han indicado que la infancia es un período de desarrollo mucho más crucial de lo que se pensaba en el pasado, ya que establece las bases para las capacidades futuras en la vida. Uno de los descubrimientos más impactantes en la comunidad científica es que los bebés, desde sus primeras semanas de vida, muestran una notable conciencia de su entorno y la habilidad de comunicarse. Nacen con la capacidad de percibir y buscar respuestas a cambios sutiles en el tono de voz, las expresiones faciales y los movimientos de sus cuidadores. Un ejemplo de esto se observa en videos que se han vuelto virales, donde los padres se afeitan y los bebés reaccionan con desconcierto, llorando o mostrando angustia ante el cambio en la apariencia de su padre. A pesar de que reconocen la voz de la persona que les habla, la alteración repentina de la imagen provoca confusión, lo que evidencia la necesidad de permanencia y continuidad en las figuras de apego, que son fundamentales para su sentido de seguridad.
El rostro de un cuidador es una referencia clave en el mundo del bebé, y cualquier cambio abrupto puede generar ansiedad y alterar su percepción de estabilidad. La calidad de las relaciones sociales influye en este proceso. Por ejemplo, un bebé que busca a su padre y lo encuentra distraído con un celular o que le ofrece una tablet como único medio para jugar y conversar, puede perder la oportunidad de establecer un vínculo directo y significativo.
La doctora Beatrice Beebe, una de las pioneras en el estudio de la comunicación en la infancia, ha destacado la complejidad y los matices de la comunicación verbal. En su laboratorio en la Universidad de Columbia, utiliza un enfoque de microanálisis de video, conocido como “microscopio social”, que permite a los investigadores observar detalles que podrían pasar desapercibidos a simple vista. Su equipo analiza el tono, la expresión y el movimiento que ocurren durante las interacciones entre madres e hijos. Estos patrones de acción instantánea, que ocurren en fracciones de segundo y son imperceptibles en tiempo real, son detectables mediante el análisis fotograma a fotograma. Beebe ha encontrado que los patrones de interacción a los cuatro meses de edad pueden predecir el carácter del niño al cumplir un año. Además, sugiere que la calidad de los vínculos en el primer año de vida tiene una amplia gama de resultados académicos y emocionales en la edad adulta.
El doctor Dan Wuori, fundador y presidente de Early Childhood Policy Solutions, ha señalado que, aunque existe un creciente apoyo público y político para la educación infantil, este avance se centra principalmente en la expansión de la educación preescolar en las escuelas. Sin embargo, advierte que este enfoque a menudo eclipsa la importancia de las iniciativas de cuidado que trabajan en conjunto con la educación. Los jardines de infancia y los centros infantiles desempeñan un papel primordial en la vida de los pequeños, ya que en los primeros cuarenta y cinco días de vida, muchos comparten largas jornadas en guarderías, lo que implica que las familias deben contar con un sistema de apoyo que les permita trabajar.
En este contexto, María Emilia López, especialista en literatura infantil, ha señalado que el término “guardería” debería implicar que se “guarda” a los niños. En su libro “Un abierto”, López aborda los diversos contextos en los que se producen estas separaciones tempranas y la necesidad de prevención. Cada niño tiene trayectorias personales que se manifiestan en su aprendizaje, humor, sociabilidad y en su capacidad para disfrutar de la compañía de otros. Sin embargo, muchos niños se encuentran en grupos demasiado numerosos, lo que dificulta la atención y estimulación adecuadas a sus necesidades individuales. Además, la rutina diaria, que incluye el cambio de pañales y la alimentación, a menudo deja menos espacio para el arrullo, el juego y la ternura, que son elementos imprescindibles para el desarrollo emocional.
Los hogares convivenciales, donde residen pequeños que han sido privados de cuidados parentales, a menudo carecen de los refuerzos necesarios para su recuperación. La falta de financiamiento puede impedir que se logren los cuidados necesarios. Además, la capacitación de los docentes en temas que minimicen o ignoren los signos de problemas emocionales es crucial. Las contribuciones originales a la comprensión del desarrollo infantil provienen de teorías tempranas, como las de Donald Winnicott, quien introdujo el concepto de “madre suficientemente buena”, enfatizando la importancia de la presencia constante y empática del cuidador en el desarrollo seguro del niño.
En la actualidad, las niñas pasan muchas horas al cuidado de terceros, lo que plantea nuevos desafíos emocionales. La separación prolongada de las figuras de apego primarias, junto con la exposición temprana y prolongada a las pantallas, puede afectar la base de seguridad que los niños necesitan. En este contexto, es fundamental que los entornos colectivos sean estables y garanticen una infancia saludable, ya que estos factores moldean la arquitectura del cerebro y el desarrollo psíquico.
Cuando estos entornos fallan, la estructura del desarrollo infantil puede mostrar diversas fracturas que, en última instancia, pueden llevar al colapso. La identificación adecuada de estos problemas es crucial. Los docentes y los proveedores de servicios educativos estarían mejor preparados para detectar, comprender y manejar problemas conductuales si recibieran la formación profesional adecuada y tuvieran acceso directo a especialistas cuando fuera necesario.
Para que las políticas públicas y la legislación aborden de manera efectiva el desarrollo infantil desde el nacimiento, es necesario coordinar los recursos destinados a los servicios. Esto permitiría establecer un sistema eficiente que garantice tratamientos efectivos y promueva la prevención de dificultades, amortiguando así los padecimientos. La responsabilidad debe ser compartida entre el Estado, la sociedad y todos los actores involucrados en la vida de los niños. Solo a través de un esfuerzo conjunto que priorice el derecho fundamental de los niños se podrá asegurar un futuro equitativo para las próximas generaciones.