Recuerdo una conversación que tuve con una amiga gringa. Nos encontrábamos en India, a bordo de un tuk-tuk, el clásico mototaxi del sudeste asiático, en un atasco provocado por un elefante en la ruta. Hablábamos del concepto de “peak” y “peaking”, algo así como “alcanzar la punta”.
Por ejemplo, me decía ella, a los niños que les hacen bullying en la escuela se les consuela diciéndoles que los bullys están en su “peak” en el colegio. Es decir, están teniendo los mejores años de su vida en el colegio, y luego todo será peor para ellos.
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No entendía cómo eso puede servir de consuelo a un niño que sufre bullying, pero entendí que “peaking” tiene una connotación negativa, pues implica que ya alcanzaste tu cima personal, y no tendrás nada mejor que eso en el resto de tu vida.
-Entonces, ¿es malo alcanzar la cima?, preguntaba yo.
–Exactly. The point is to never peak, but to always keep going up. El punto es jamás alcanzar la cima, sino siempre seguir subiendo.
Esta explicación me sigue pareciendo razonable. Sin importar dónde estés en la vida, el hilo conductor que le otorga el siempre ir progresando dota al transitar de sentido, de un propósito. Uno hace lo que hace porque se puede estar como ahora o mejor, y a eso es lo que uno aspira.
Sin embargo, al día de hoy, a veces tengo la sensación de que ya alcancé el peak de mi vida. Y no es ahora. Fue en Vietnam. El viaje perfecto.
Receta para un viaje perfecto
En Vietnam, la cerveza es más barata que el agua embotellada. Es tan barata, que el Happy Hour del hostal donde me quedé no significaba cerveza más barata, sino sencillamente gratis para los huéspedes, por un lapso de dos horas. Esto era el escenario ideal para conocer gente, pues sabías que entre las 6 y las 8 todo el hostal iba a estar ahí, para aprovechar esta inusual oferta.
En mi segundo día conocí a Charlotte, una belga que viajaba sola, y también a Johan y Aurore, una pareja de franceses. En una semana ya todos teníamos motocicletas, que se consiguen por unos $200 dólares, y emprendíamos nuestro roadtrip por Vietnam. Es cierto que la luz de la memoria hace que los recuerdos brillen más intensamente, pero, de todas formas, qué tiempos.
Fue el viaje perfecto. Viajar en grupo tiene muchas ventajas por sobre hacerlo con una sola persona. Se diluyen un montón de tensiones al compartir con más gente, hay más opciones para a quien dirigir la palabra, con quien jugar cartas, salir a comer o simplemente caminar. Cuando estás con una sola persona, la pareja está inevitablemente siempre junta, soportando entre dos la carga de todos los acontecimientos, lidiando con el carácter ajeno y propio, con poco espacio para el esparcimiento.
De día, recorrer en moto este país impresionante, con cordones montañosos, imponentes formaciones rocosas, playas bioluminiscentes, arrozales hasta donde se pierde la vista, cuevas de fantasía, valles exuberantes, gentes auténticas. De noche, jolgorio compartido, comidas deliciosas, y luego dormir con una mujer que respondía a todos los estereotipos de belleza de mi cultura y crianza, para bien o para mal.
Todo aquello fue hace varios años, y ahora permanece como una memoria idílica, y como una carga: no he tenido otro momento que lo supere. Supongo que todos guardamos en el recuerdo una época de oro, pero no es razón para no disfrutar y atesorar también aquellas de plata y de bronce.
To peak, or not to peak. Esa es la cuestión.
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